domingo, 26 de junio de 2016

Anhelo de un día.

Ruego porque venga ese día, donde deje de ser el ronin de un amo que no reclama sus derechos, varado en algún sitio de Genroku, donde según cuentan, no pasó nada relevante.

En que la noche tenga tantas estrellas como yo ganas de vivir, pues aun viviendo en la urbe sin cielos despejados, me veo superado en número y circunstancia.

Aquel momento en que pueda dejar de hablar libremente de la belleza de la desgracia, y empiece a darle algo de crédito al destino y los rayos de vitalidad que se filtran entre las cortinas de smog de mis ojos.

Cuando mi espalda deje de doler al escuchar el día soñado y mis manos estén llenas, rodeadas, cubiertas.

Ruego por ese día en que sea el pervertido personal de una boca que regala sonrisas y vende lujuria por el precio de un corazón y sea tan poca mi humildad que entregue el cuerpo entero y quizás, sabiendo negociar, un alma.

Dulce día sin molestias ni defectos, que si aun el cielo se cae y el suelo se aglomera en el núcleo, yo estaré viendo al frente, a lo asible y lo perfecto.

lunes, 20 de junio de 2016

La falsa oración.

Demonio mío, dejame ser feliz,
cierra de una vez aquellas llagas;
deja de buscar el cielo en el suelo,
cura mi falta de conformismo.

Salvame del triste destino
del tan solo par de pasos
que se escuchan en el pasillo del futuro,
a una cama en compañía atame.

Que a pesar de todo me ames
y así yo hasta la muerte te querré;
oh ser tan mío como del mundo,
no dejes espacio para mi odio.

Bello ente de tinieblas y tesoros,
concédeme la pieza de mi clímax,
que  la introducción se ha demorado
y el final esta que me acecha.


lunes, 13 de junio de 2016

Arena

Hablo de nuevo desde un cuerpo inútil, motivado por la inercia e inspirado en la tragedia de la nada, buscando siempre aquello que me brinde un mañana agradable, lleno de angustias y problemas seductores, de amor enfermizo y empalagoso, pero más de instintos satisfechos. Soy el hombre que Dios hizo y forjó en el infierno del mundo, el estigma de un ritual prohibido de los creyentes, la huella de razón que se borra en el desierto de los absurdos y los solitarios. Esta arena es mi mundo y no es más mío que de estos granos creando oleadas y lanzando latigazos a mi espalda desnuda y quemada, mas estoy lejos de caer, porque sólo se puede caer cuando se esta de pie. Miro al cielo y ninguna nube anuncia un cambio benevolente de mi suerte, sólo el Sol brillando y dejándome al punto de cocción perfecto para no morir. Cada grano es una vida, y se escurren entre mis manos, se meten en mis ojos, me salan la boca, se meten en mi pantalón, en mi ropa interior, tan solo para contribuir a una angustia mayor que me hace voltear nuevamente al Sol. Como quisiera ser arena también y dejarme llevar por el viento, moviéndome al unísono del aire vibrando en los tímpanos, siendo uno con el desierto; pero he nacido humano, con piel frágil y ojos sencillos, con dientes sin filo y lengua envenenada, con fuerza suficiente para no morir y para no querer vivir, en fin, incompleto. ¿Es acaso cada hombre un desierto aislado o existirá el oasis pedazo de paraíso? 

Una mentira más he contado, y se pega cual ladrillo en este muro sin sombra, mientras que las pasiones resuenan más no generan eco.

...Quizás el hecho de que sea una pila de mentiras sea la única verdad. Y la arena se levanta...

martes, 7 de junio de 2016

Leopoldo Valdemar

Bien no se sabe de donde surgió dicho nombre secreto de los hombres desafortunados, se sabe que un Valdemar en el mundo nació en algún lugar de la Toscana italiana. Aquel niño recién nacido fue abandonado en un callejón húmedo de los barrios bajos por una madre alcohólica y prostituta, la cual tanto había prosperado en el oficio, que para ella el parto no fue más que defecar. La vida sin embargo, aun tenía mucho que ofrecer para el pequeño Valdemar, y como por obra del destino, una mujer mayor, con un hábito negro, lo recogió y lo llevó al orfanato del pueblo. Ahí se le puso el nombre de Leopoldo, aunque apenas empezó a hablar y a formular oraciones, se hizo llamar Valdemar, habiéndolo sacado de un libro de Edgar Allan Poe, el cual por cierto, era prohibido en el orfanato; dejando a un lado los temas macabros y grises del autor, la lectura fuera del índole religioso era inaceptable en cualquier lugar del pueblo, imagine uno entonces, un orfanato operado por la iglesia. 

Un niño bastante empático y agradable con niños y tutores. Era casi imposible no amar al joven Valdemar, que poco a poco fue convenciendo a todos de que Leopoldo era todo menos él, considerándolo todo aquello que jamás le gustaría ser. A pesar de ser agraciado entre los niños, un encanto con las niñas y un brillo de bondad entre adultos, siempre logró que nadie lo adoptase. Bien en esos tiempos eran pocos los que hacían ese increíble gesto de "caridad", ninguno se interesaba por el pequeño Valdemar, que siempre simulaba tener algún retraso mental, hacía muecas o realizaba pequeñas fechorías a los visitantes, y aun si terminase castigado, no padecía de la mínima seña de arrepentimiento. Sonreía para sus adentros, pues nadie comprendería su motivación. A decir verdad, yo tampoco la comprendo exactamente.

Los años pasaron, y Valdemar de 14 años, salió con plena tranquilidad de aquel que fue su hogar tanto tiempo. Si no le guardaba aprecio alguno al orfanato, ¿porqué no se dejaba adoptar?

Quizás porque estaba destinado a la grandeza 

Mientras que el resto de jóvenes robaban, trabajaban en fabricas o se prostituían, el lograba ver a través las personas. Tenía un don para complacer, no de una forma sexual, sino verbal. Su lengua era un dote del diablo que permitía conmover los corazones y adentrarse de lleno en los hogares ajenos. La primera vez que lo puso en práctica fue en un comedor que le quedaba de paso a la salida del pueblo. Un hombre fornido y sucio le abrió la puerta y al ver su ropa humilde quiso echarlo de inmediato. Pero ahí en completa calma, con simple gesticulación, palabras empiladas de manera perfecta y una mirada agradable, consiguió provisiones para una semana y un zurrón que pertenecía al hijo del cocinero, pero "era obvio que no lo necesitaría tanto como tú" decía el hombre, mientras con una mano gentil se despedía de ese genio maquiavélico.

Valdemar caminó un par de kilómetros cuando el primer carruaje se cruzaba en su camino. Se trataba de un noble de camino a Roma, que no se habría detenido por ningún mendigo de no ser  por un trozo de pan que ofreció Valdemar a uno de los caballos, el cual paró abruptamente causando un pequeño resbale dentro del carruaje. Aquel hombre de nombre Albertino abrió la puerta con una ira dispuesta a castigar, pues el sombrero que una hora le había tardado acomodar se le había caído de su reluciente cabeza. Al ver al culpable, sin embargo, entró en un estado de confusión tremenda. A sus ojos, no había más que un joven hermoso, que con una gramática impecable pedía que le acercasen a Roma. Pero no era sólo eso en realidad, lo que de verdad propiciaba confusión en el noble era la postura que el chico había adoptado. Albertino recordaba a su hijo que murió años atrás durante el periodo de unificación, el cual mantenía siempre con orgullo la postura de soldado. Esto no era por mucho una coincidencia. Valdemar había notado el escudo de armas en el carruaje, comprendía que no cualquier hombre de la época poseía un transporte, y al momento de ver al noble, se percató que en ningún momento de su vida había combatido (o al menos no desde hace mucho). La postura fue un reflejo inmediato al percatarse de que todo italiano joven que se respetase debía enlistarse al ejercito, y si bien el hombre ya era muy viejo, sus hijos probablemente no. El hombre sin rechistar lo llevó hasta Roma, y sin parecerle suficiente, ofreciese lugar como pupilo a aquel. Esta vez, Valdemar aceptó con la condición de ser tan libre como el quisiera (sin necesidad de caer en libertinaje) y conservar su nombre sin apellido alguno. Dudando un poco, Albertino aceptó, pues pensaba que habría sido algo del destino.

Así, Valdemar  se llenó de instructores que le dotaron de una cultura que abarcaba desde folclore e historia, hasta el piano y el baile, y siempre eludiendo la teología; pero cada cierto tiempo, solía escaparse a la ciudad, ganándose un rápido reconocimiento entre sus pobladores. Valdemar el encantador, Valdemar el pendenciero, Valdemar el divino, y a veces también Valdemar la bella. Tantas caras, tantas expresiones, tanto carisma que sobrepasaba el género. Ahora, considero que el transformismo era más un mero experimento en sus comienzos, ver hasta donde podía hipnotizar a las personas, pues si bien no mostraba sentimientos por alguna mujer en especial, lo mismo era para hombres. Incluso creó una personalidad completamente diferente llamada Florencia, una joven tierna y educada con cierto grado de picardía, la cual fue invitada a salir casi tantas veces como el mismo Valdemar. El engaño era su campo de juego y estaba dispuesto a disfrutarlo al máximo. O hasta que cumplió 19.

Con lagrimas en sus ojos, Albertino lo despedía para que se embarcase al ejército. Se escuchó un "eres el mejor hijo que he tenido" y un "Que Dios te cuide siempre", pero Valdemar estaba envuelto en un tipo de estrés, quizás por perder esa libertad tan agradable por un periodo tan largo. En el camino al fuerte resonaban sus pesares de papel, su ego inmerso en el mar de responsabilidades que desde el comienzo le causarían la muerte, no física sino del alma. Así como entró, fue despojado de todo símbolo de identidad: cabello, pertenencias, su postura e incluso su motivación. Sin embargo, en ningún momento fue propicio a castigos, pues su adaptación era tal que cumplió con cada tarea que se le ordenaba con una precisión suficientemente certera. Aun en el ejército fue un hombre querido y respetado entre soldados y comandantes. Sin embargo, en los momentos que brillaba más su presencia, era en las reuniones informales, donde Florencia se presentaba y encantaba a los ojos de los hombres de libido retenido. Pronto comprendió que el instinto del hombre a veces olvida de géneros. En su tercera presentación, fue violado por cuatro hombres en unos matorrales cerca del campamento, pero eso lejos de reprimir a Valdemar, sólo alimentaba su ego, demostrando el poder de su mentira.

Fueron enviados a Massawa, tierra portuaria y de Sol veraniego en África, donde sometieron al pueblo de Eritrea en menos de un mes. Ahí Valdemar creó a otro personaje: el soldado Marco, un sadista que no mostraba piedad ante suplicas de mujeres y niños. Buscaba disparar a puntos vitales que causasen una muerte lenta y dolorosa, y pronto se volvió una leyenda, un hombre que nunca existió más que en la guerra. "Los negros ni siquiera oponían resistencia, no sabían hacerlo, su piel no entendía de libertad" decían los soldados. Valdemar siempre había sido lo que necesitaba ser, pero en ese momento necesitaba ser libre. Para su suerte, la invasión fue rápida (un año es rápido en realidad) y al volver a Italia, logró escabullirse de los deberes de la guerra, haciéndose pasar por un mensajero de nombre Luigi que se disponía a Roma. Nadie dudó que aquel hombre de apariencia enclenque y tan insegura no fuese otra cosa que un mensajero. Tan agraciado Valdemar y tan generoso, llegó a Roma y entregó la carta, y al salir volvió a ser el mismo gran actor de distintas caras. Ahí, encontró un teatro de apariencia modesta pero decente y al demostrar sus dotes, fue tomado como actor principal. No tardaría en correrse la voz de aquel gran artista que cautivase a todo espectador y confundiese a más de uno en sus múltiples interpretaciones. Ahí dio vida nuevamente a Marco el sadista, a Luigi el mensajero, y a la amada Florencia, así como otros hombres como Benito, Claudio,... entre los que destacaba un cura que caía en el borde de la sátira. Aquel personaje se llamaba Leopoldo.

Tan rotundo fue su éxito, que fue contratado por la mejor empresa teatral de toda Italia y viajó alrededor del mundo, llenando de entusiasmo a miles de hombres y dejando una marca importante en la historia del teatro. Londres, Paris, Barcelona, Nueva York, Buenos Aires, sus pies se plantaban ante las metrópolis para llenarlas de asombro de una mentira tan real. Su destino pintaba colores vino y rojos de rosas frescas que se arrojaban a cada uno de sus yo.

Una noche, durante una reunión de gala en Viena, algo diferente pasó. Por primera vez, sus ojos se habían postrado ante los encantos de una mujer de belleza absoluta. A pesar de su poco conocimiento sobre el amor, sus dotes de seducción eran más que suficientes para llevarle a la cama. Al preguntarle su nombre sintió un ligero estrago en su interior, pues aquella se llamaba Florencia. Y así era, que para él Florencia tenía su propia esencia más allá de los límites del personaje, que daban forma completa al ideal de mujer tierna y pícara. Tal fue su impresión, que sintió hacer el amor consigo mismo, con otra parte de él, con una herida que debía curar, con los labios de su misma esencia. Fuera de resultarle incómodo, fue una unión perfecta a sus ojos. La noche se hizo mañana, y en su cama compartida de hotel, en lugar de la bella Florencia, se encontró con una joven rubia y de cabello rizado hermoso, que lejos de causarle agrado, le repugnó al punto que se dirigió al baño a expulsar aquellos canapés del día anterior. Sin decir nada, huyó de la escena consternado por lo que había pasado con Florencia, con esa mujer tan perfecta de sus sueños que se deshizo entre arrumacos.

Decidido por volverla a ver, aquella vez Valdemar canceló los espectáculos de dos meses a fin de buscarla en cada rincón de Viena. Buscó en palacios, en museos y en fiestas de alto nivel, y cuando se hubo recorrido cada lugar hermoso, se dirigió a los barrios más humildes sin temor alguno, creando ahí al personaje de Alfredo, un humilde sastre con voz avejentada y caminar encorvado. Visitó negocios y tabernas, y en su desesperación prostíbulos y cabarets, hallando por fin una cara familiar, la dulce Florencia ganándose la vida y ofreciéndose a ese sastre tan corriente que pasaba. Casi de inmediato, Valdemar volvió a tomar su postura erguida y segura, y retirando los rastros más sobresalientes de su disfraz, preguntó si se acordaba de él. Ella negó, "tantas caras y quieres que me acuerde de una". La tomó de la mano y se la llevó lejos de ahí, después se detuvo para proponerle una vida de lujos y comodidades, de amor incondicional y de alegrías innumerables. El interés se apoderó de la sonrisa de la joven, la cual pidió un adelanto en lo que empacaba y lo fuese a alcanzar en la estación de tren. Él accedió y dando la hora acordada, le esperó en aquel lugar durante horas y con una paciencia absurda...hasta que finalmente, se hizo de día. Ella no llegaría, no la volvería a ver, como el desenlace de aquella tragedia del hombre engañado que tantas veces había llevado a cabo (aunque él era la mujer usualmente). Esta vez le tocó cambiar de papel.

Valdemar era un ídolo en el escenario y un cristal quebrado fuera de él. Cada vez que se presentaba en Viena, no podía evitar buscar en los rostros de los espectadores a Florencia, y lo peor es que a veces la hallaba, pero cuando volvía a tornarse hacia aquel punto se encontraba con la cara de un hombre. Siempre el mismo hombre, la misma sonrisa burlesca, la misma mirada siniestra, y sin embargo un toque tan ajeno como familiar le punzaba al verlo. Aquella noche recibió una carta de un hombre insignificante. La carta venía firmada por un nombre desconocido, alguien que apreciaba su arte y deseaba verle. Considerando todos los sucesos que habían acontecido en su vida desde hace un tiempo, aceptó verle en aquella alameda.

Llegó tarde por la falta de interés real hacia el asunto, pero aquella persona seguía esperando. Tenía cierto aire modesto, cierto aire trabajador, era un hombre común. Hablaba con suma naturalidad, con entusiasmo sobre las obras, mientras Valdemar sólo escuchaba atentamente tratando de sonreír ante la situación. Mencionó que era sastre y que trabajaba en los barrios más humildes de Viena, lo cual empezó a causar cierta intriga en él. Después la conversación se vio envuelta en tonos ofensivos, cuando de a poco iba mencionando las carencias del arte de Valdemar y sus desgracias. Aquel hombre lo conocía, aquel hombre lo odiaba. En cierto instante, prestó atención a sus ojos, y encontró aquella mirada siniestra, mientras que en sus labios se mostraba una sonrisa de burla. Reconoció al hombre del escenario y se alejó de ahí ofendido y consternado.

De repente, cada obra en la que actuaba, tenía la impresión de que aquel se encontraba observándole. Lo veía en mujeres, en hombres, en ancianos y en niños. Aquello iba más allá del acoso, era una persecución a fin de quebrar su voluntad. A veces lo veía entre los soldados que se dirigían a la primera Gran Guerra, con la apariencia de un soldado Marco ya envejecido; otras veces era  el vagabundo Benito que se escondía bajo un puente con una botella de aguardiente; otras se trataba de Claudio, el poeta frustrado que trabajaba como zapatero en las afueras de las plazas. Sin duda, su interpretación más perturbadora era la de Florencia, inmortalizada en las bellezas de cada ciudad hermosa. No pasó mucho tiempo para que a sus cincuenta años, Valdemar se retirará del teatro. Aun si pareciese una edad avanzada, se encontraba aun en el auge de su carrera, pero poco podía importarle un acto tan generoso para con los demás como fuese compartir su talento. Buscaba paz. Fue entonces que se retiró a aquella vieja ciudad de su vida, La Toscana, viviendo como un ciudadano normal que bien podía tratarse de otra de sus asombrosas interpretaciones. Evitaba fervientemente el contacto con el exterior, huía de aquel acosador fanático que aun entonces se aparecía cuando miraba a la calle.

Entre sus miedos decidió recurrir a la última persona en la que hubiera pensado. Caminó las calles llenas de caras de conocidos terribles y llegó a la iglesia. Camino por el húmedo pasillo hacia la cruz, y en la banca de la primera fila, trató de rezar, recordando tenuemente las oraciones de las hermanas en el orfanato. En ese punto, un hombre le tocó el hombro y le dijo unas palabras que no comprendió en ese momento. Al voltear a verlo, palideció. Era un cura, no cualquiera, sino Leopoldo. De repente comprendió que aquel que le había seguido por tanto tiempo no era otro que él. No era solo un personaje, era sí mismo, la misma cara, la misma postura, un hombre hecho a su medida y semejanza, pero no en sus acicates. Tenían aproximadamente la misma edad, y así las mismas arrugas se asomaban a orillas de sus ojos y mejillas. Leopoldo empezó a hablar de la palabra de Dios, mientras que Valdemar temblaba en su asiento, incapaz de moverse, sintiendo que había entrado a la boca del lobo. Su puño se cerró, y sus uñas empezaron a desangrar su mano. La ira podía más que el dolor, y poco a poco más que el miedo. Se levantó de golpe y se abalanzó contra Leopoldo, tirándole  al suelo y apretando su yugular casi sin oposición. 
 
Después del último aliento, el telón cayó, y con él Valdemar.







jueves, 2 de junio de 2016

Lewis Valdemar.

Ni una sola lagrima derramé aquel día. Había perdido la capacidad de hacerlo.

Este es Lewis Valdemar, explorador por pasatiempo, repasando este diario de muerte, el cual inicié en visperas de 1986 y que tuvo final en Abril de ese mismo año.

Siendo un hombre de mundo, era imposible no sentir curiosidad por los misterios más escudriñantes de las mentes impresionables. Había estado en lugares que podían considerarse leyendas: me aventuré en el Valle del Paro para conocer el Nido del Tigre, visité la Isla Decepción y nadé en sus termales, confronté a los temibles fantasmas de Craco y navegué sobre el Triángulo de las Bermudas de Florida a Costa Rica en una balsa con nada más que agua y comida. Claro, no todo era ocio. Al fin y al cabo, un hombre necesita vivir de algo y aquello de lo que vivo es un orgullo que no pudiese cantar a voces.

Pertenezco a un grupo selecto de hombres especializados en las finas artes de la estafa y el comercio prohibido. Así pues, he adquirido y vendido increíbles tesoros de la antigüedad y otros quizás no tan antiguos pero igual de maravillosos. Como olvidar aquellos diamantes amarillos del Congo, cuatro piedras grandes y casi invaluables, casi perfectas en su forma, sin necesidad de refinar. Increíble pensar que la gente allá no haga por profanar tumbas. Quizás es porque no conseguirían algo de comer en ellas. ¡Pero que maldita mi suerte de haber dejado caer uno! ¡Cada uno lo vendimos en cinco millones de libras! Suena a dinero suficiente como para no tener que trabajar por el resto de la vida, pero somos un grupo avaricioso, siempre rodeado de hermosas mujeres y alcohol, viviendo en bellos paraísos terrenales sin ley, derrochando cada céntimo en los deseos más estrafalarios. Yo, sin embargo, evito gastar en decoración para el hogar, pues parte de las ventajas de ser un ladrón, es la cantidad de cosas hermosas que no se venden (o simplemente no quiero vender, que más da).

Esta organización, conformada por hombres de todo el mundo (pero principalmente franceses), se mantiene informada continuamente de posibles tesoros prometedores alrededor del globo. Verán, cuando uno empieza a invertir adecuadamente sus ganancias, puede darse el lujo de la red de informantes del mercado negro más grande jamás vista. Existe un cierto tipo de organización, un código que mantiene a raya nuestros movimientos y nuestras palabras, y de caer este diario en sus manos, pudiese condenarme sin aviso de un suspiro. También hay un jefe, encargado de mantener la moral de todos y de inspirar el debido temor a los hombres, aun cuando se trata de asesinos. Aquel ser todo poderoso se hace llamar Lupin, uno de los máximos poderes en el mercado negro, asesino profesional, ladrón de diversas obras del museo Louvre a temprana edad; arquitecto, filósofo, chef, detective y por demás de profesiones que le han servido para sus fines maquiavélicos. Pero no vayan a pensar en el como alguien fornido, de apariencia áspera ni mucho menos. Se trata de un pintoresco hombre entrado a los 40, vestido de saco y pantalón de rayas, con zapatos acharolados y una elegancia pulcra. Su rostro muestra un bigote perfectamente peinado que combina impecable con su cabello, sus rasgos son finos y hermosos en comparación con los demás del oficio. Porta un monóculo del lado izquierdo y en el derecho porta terror: Un ojo completamente blanco, con una cicatriz que va de la mejilla hasta media frente.

1 de Abril

Cada principio de mes se reunía a los hombres desocupados y se les hacía cumplir una cuota requerida para continuar disfrutando sus privilegios (la vida es uno de ellos). Consistía en una pared repleta de misiones, algunas muy específicas que describían antecedentes, ubicaciones exactas, horas preferibles para trabajar; otras sin embargo, únicamente mencionaban un objeto que se buscaba en determinados pueblos. A decir verdad, ninguno parecía estar molesto en realidad con el sistema, pues si algo había en común entre toda esa baja calumnia de distintos tamaños, colores y expresiones, era el gusto por su trabajo. Si cada hombre en el mundo se dedicase abiertamente a lo que le produce placer, el mundo sería una bella orgía. Ahora bien, el ambiente siempre me resultaba incómodo; a pesar de que existía camaradería, jamás fui muy bueno para tratar con los demás. Aun entre ladrones, era alguien extraño a sus ojos, mis palabras eran lejanas a sus oídos; aunque muchos de los trabajos requerían un grupo para llevarse a cabo, optaba por trabajar en solitario, aun si eso terminaba metiéndome en problemas innecesarios. Aquella vez me arrepentiría.

Justo me precipitaba hacia la lista, cuando fui tomado por el hombro. Reaccionando casi instintivamente, saqué un cuchillo que llevaba escondido en la manga de la chamarra y me dispuse a amenazar a mi atacante. En ese mismo momento el hombre tomó mi muñeca, y me torció el brazo con una facilidad terrorífica. Se trataba de Mr. Lupin, a lo cual inmediatamente tiré el cuchillo, y empecé a sudar frío. El sólo sonrió y dijo "Ven conmigo"

-Lewis, viejo amigo, acompañame un momento. -Decía mientras me guiaba del hombro a su oficina.

-Verás, el negocio necesita expandirse continuamente. Las joyas del mundo tienen un límite de compradores. Recientemente, he tenido que casi regalar algunas, pues la gente ya no las considera un símbolo de poder. No. 
Puissance réelle.

Buscan armas, tecnología, energía. Es ahí donde necesito tu específica colaboración.

-¿Porque he de ser yo quién tenga ese honor, señor?

-Es una misión de infiltración, mientras menos hombres mejor; por supuesto, que conozco perfectamente tu reputación de solitario, tu enfermiza y meticulosa planeación, tu dominio regional de lenguajes diversos, pero sobre todo tu gusto por las cosas extrañas. 

-Entiendo... ¿De qué va la misión?

-Tienes que robar Plutonio de la planta Vladimir Ilich Lenin en Prípiat. Te harás pasar por trabajador en la Central, tendrás pasaporte, hospedaje, un gafete falso y uniforme listo. Sin embargo, sólo tienes hasta el 26 de este mes para llevarla a cabo, pues un día después habrá una inspección general. Confío en que eso no será un problema para ti.

-Por supuesto que no, será como ir en busca del Yeti. -dije mientras mi cuerpo permanecía tenso por dentro.

-....Hahaha. Así se habla. Confío en que lo harás.

Uno de sus hombres abrió la puerta y me despedí con un apretón de manos y una pequeña reverencia, que me proporcionó tal alivio por no tener que mirar un instante más su sonrisa siniestra. 

Estando fuera, manejé a casa consternado, apenas consciente de lo que suponía ser mi próximo trabajo. Un par de veces casi salía de la carretera. Soviéticos... siempre los evité. Demasiado desconfiados y hostiles, una vida en prisión no parece viable en aquel lugar. Pero al pensar eso empecé a reír, y calmé un poco las ansias. Una vez en casa, empecé a preguntarme mil y un cosas. Es decir, jamás ofrecen tantas facilidades para llevar a cabo una misión,  y quizás sea bueno trabajando sólo, pero no el mejor, para mejores el prodigio Yang Liu, o el local Serhiy. Quizás se trataba de una trampa, pero a como cayese o no en ella, mi destino sería el mismo. Uno no puede simplemente dejar el oficio. Ese día empezó una de tantas noches de insomnio interminable.

2 de Abril

A primera hora compre mi pasaje a Kiev para de ahí moverme a Prípiat. Recuerdo haber sido inspeccionado apenas entrado a la URSS. No son muy confiados de los extranjeros, pero por lo menos no era norteamericano. Temía lo peor cuando los soldados se llevaron a un hombre sentado dos filas delante mío, aunque mantuve la compostura como veterano de situaciones difíciles. Cuando pasaron a mi lado, pidieron mi pasaporte, el cual entregué sin inmutarme. Uno de los soldados secreteó algo al oído del que poseía mis documentos, mientras me miraba con cierta repugnancia. En el peor de los casos, preparaba el arma que llevaba en la gabardina, pero casi de inmediato, me regresaron mi pasaporte y se retiraron sin decir más. Era una de tantas veces que durante aquel mes, la tensión se apoderaría de mi mente, y no estuvo ni cerca de ser la peor. 

Llegué a un hostal cerca de la central de camiones, donde el sueño seguía fuera de mí. En realidad, dormí dos horas aquella noche, pero entonces las pesadillas  comenzaron. Desastres nucleares, una muerte lenta y dolorosa donde mi cuerpo descarapelado rechazaba mi propia sangre y la expulsaba en torrentes de un líquido del color de un mal vino. Hacía mucho que no padecía de ese tipo de visiones, desde mis primeros trabajos con la organización, el asalto al tren Glasgow en el cual capturarían a todos por sus huellas y me hizo llevar guantes a expensas de quedar como el novato ridículo, tantos incidentes librados por este poder tan hermoso que poseía, pero esta vez no había indicios de soluciones. Sólo muerte.

3 de Abril

Viajé a Prípiat por la mañana para llegar en la tarde. Era una ciudad sin un Sol presente. Un cielo gris al cual no estoy familiarizado, la ciudad era bastante modesta, con los típicos lujos del comunismo y gente de gestos fríos que hacían juego con el ambiente. Había una que otra familia incompleta por las calles, conformada por madre e hijos, probablemente porque el padre estaría de jornada en la central nuclear. Llegué a mi hogar en el quinto piso de un edificio de departamentos. No había elevadores, y el frío no hacía más sencilla la subida, pero me acostumbré rápidamente. Para mi sorpresa, la alacena estaba llena de enlatados y había agua suficiente para todo el mes, lo cual me hizo sospechar aun más de las condiciones de mi labor. 

Mi turno era el nocturno, por lo que no tuve tiempo de descansar en realidad. Me presenté entrada la media noche como sustituto de un trabajador, y sin causar inconvenientes empecé una pequeña capacitación de mis funciones. El joven ingeniero Leo Tunov fue el encargado de este proceso, y a diferencia del resto de los trabajadores, mostraba ser un hombre agradable y empático. Rápidamente aprendí las tareas sencillas pero meticulosas y pasé desapercibido durante la semana.

10 de Abril

En lo que va de siete días habré dormido tan sólo diez horas. Las pesadillas son recurrentes, y reviven aquel futuro del cual no puedo escapar. He tratado de tomar un poco de control en el sueño, tratar de cambiar algo, pero me es inútil pues mi cuerpo no responde más que al dolor. Va un par de veces en las que despierto vomitando. Hoy fue una de ellas. Continuamente en mis insomnios, vigilo en la ventana en busca de algún hombre que venga por  mi cabeza, incluso he colocado un par de alarmas alrededor del departamento en caso de que alguien irrumpiese, pero nada. El día transcurre y sigo sentado junto a la mesa y la ventana, levantándome ocasionalmente solo para alcanzar una lata de sardinas o carne. "Esto sabe a comida de gato" pienso de repente, recordando aquellos días oscuros donde me escondía en las granjas de gatos en Huari. Aquellos tiempos eran mejores.

Llegando la noche vuelvo a la rutina laboral. No tengo inconvenientes de sueño desde hace tres días, quizás mi cuerpo ya no lo ve como algo factible. Me llevo bien con los compañeros pero el jefe de turno Alex Amikov sospecha algo. Quizás deba cuidarme de él. 

12 de Abril

Por fin he visto donde guardan el plutonio. Se trata de una cámara donde sólo entran los técnicos responsables de él, y el proceso solo ocurre los sábados a las cinco de la mañana. He puesto verdadera atención a sus acciones, así como su ropa de seguridad y el modo de transportación. Necesitaré apoderarme del pase de entrada de alguno, así como tomar prestado un uniforme y el vehículo para transportar el material radioactivo. Para la próxima semana, tendré listo todo y habrá acabado esta pesadilla sin ningún inconveniente... espero.

14 de Abril

Tunov se ha vuelto muy cercano a mí. Ha evitado que cometa errores increíbles durante mis periodos de extravío mental, y en su amabilidad me ha invitado a desayunar. A pesar de su edad, no tiene muchos amigos al parecer, la ciudad no lo permite, quizás quiera ver en mí a uno. De igual forma, podría servir para no levantar sospechas sobre mis planes. En realidad, no tolero la compañía, no importa si lo conociese de toda mi vida o si se tratase de una mujer hermosa, incluso a las prostitutas las trato con tal indiferencia que se van consternadas de mi cuna impregnada de sexo. Él no es la excepción, y a pesar de mostrarme indiferente, no para de hablar de sueños, futuro, buscar una mujer, cosas tan irrelevantes para mí.

Ha habido un aviso el día de hoy, algo de un experimento dentro de dos semanas y de monitorear el remanente de calor. No pienso quedarme tanto tiempo, así que da igual.

 18 de Abril

Mañana es el gran evento y llevo 17 días sin un descanso decente. Ayer juraría que estaba despierto cuando empecé a ver gente corriendo despavorida en la planta. Seguidos de ellos, una nube de fuego empezaba a cubrir todo a su paso, mientras que yo era incapaz de moverme ante la angustia. Entonces llevé mis manos a mi cara y empecé a gritar, pero Tunov ha venido de inmediato en mi auxilio. Por fortuna el amargado señor Amikov no estaba presente, no quisiera que me dieran un descanso inoportuno por fatiga mental.  


Conseguí el uniforme y el pase de entrada de un trabajador que se ausentó. Por supuesto, eso no ha sido una coincidencia; noté que aquel hombre siempre traía algún bocadillo dulce para degustar entre ratos y le he ofrecido el día de hoy unas trufas con un veneno ligero, imperceptible para el humano. Casi está listo todo.

Esta vez dormiré a pesar de todo.

19 de Abril

Descubrí una clave en mi sueño. Hay un calendario en una de las oficinas de la visión, en el aparece la fecha 26 de Abril. Tan sencillo como terminar hoy y dejar la maldita ciudad en su apocalipsis.  Hoy he dormido como un bebé y justo a tiempo para llevar a cabo mi bella tarea. Entré a las instalaciones como siempre, no, incluso mejor que siempre. Incluso saludé a Tunov, aunque luego me arrepentí de ello porque empezó a hablar sin parar. A las cinco de la mañana esperé a que se diera la actividad de transporte de plutonio. Me presenté sin inconveniente mayor, pues la mascarilla del traje especial evitó que vieran mi rostro con claridad. Además, tenía estudiado cada una de las cámaras de la central y conocía sus puntos ciegos a la perfección. Entré y encontré el plutonio, aquellas barras fluorescentes cubiertas por una capa de acero, que retuviera significativamente su mortalidad. Con ayuda de pinzas, las fui colocando en los maletines con capacidad de doce barras cada uno. Considerando el encargo de 20 barras, podía llevar hasta 24 y verme complaciente ante mi superior, nada podía fallar.

Subí los maletines al vehículo y me dirigí a la entrada, donde había dejado un auto de renta esperando mi regreso y listo para la huida. El auto era viejo, pero servía para el propósito, sin inconveniente de ser detectado pues era el modelo más común en la ciudad. Guardé los maletines con cuidado en la cajuela, la cual noté que no cerraba al primer intento, pero azotándole un poco lo conseguí, subí al auto y recorrí aquellas calles algo descuidadas hasta mi departamento, donde tomaría un par de cosas y atravesaría la carretera rumbo a la sede de la sociedad de ladrones. Al bajar del auto, noté algo que me dejo perplejo y pálido: La cajuela se había abierto. Quizás entre tantos baches de la maldita ciudad. Al inspeccionarla, maldije al mundo una y otra vez al ver que una de las cajas se había caído. Coloqué la caja restante en un basurero  cercano y volví en mis pasos para intentar dar con lo perdido, pero era demasiado tarde. Ya alguien había reportado la aparición de material radioactivo en la ciudad y había llegado un grupo especial para apoderarse de él. El incidente apareció en las noticias, así como también el maldito Amikov diciendo que inspeccionarían las cámaras de seguridad en busca del culpable del robo. "Pobre iluso, no encontrarás nada".

20 de Abril

El hombre al que le robé su pase y su uniforme ha sido detenido esta mañana. El guardia que me vio entrar lo mencionó como el único que tuvo acceso al área. Ojalá ahí terminase todo, pero los soviéticos sospechan de todo. La seguridad de la planta aumentó considerablemente de la noche a la mañana. Ahora hay guardias en casi cada esquina, y creo que sospechan un poco de mí por ser extranjero. Afortunadamente, la idea general es que ha sido algún norteamericano el que ha cometido el crimen, ventajas de la Guerra Fría. Por si fuera poco, han descubierto que hacen falta otras doce barras de plutonio, por lo que han empezado investigaciones e inspecciones de rutina en varias de las calles principales. Para mi suerte, el auto ya no está en mi poder, y la caja la he guardado en un lugar seguro. Sin embargo, no puedo volver con la carga incompleta, sería igual que el suicidio, necesito quedarme y volver a repetir aquel proceso. Sólo necesito encontrar algún hueco donde volver a escabullirme en menos de una semana. Las pesadillas han vuelto.

22 de Abril

Todo intento hasta el momento ha sido en vano. Hay más seguridad que trabajadores, lo cual estoy completamente seguro que no es rentable y menos en un sistema comunista. Si se tratase de simples guardias no habría inconveniente, pero hablamos de militares. Aquellos hombres tienen un entrenamiento tal que los forja como témpanos, maquinas de matar perfectas, incapaces de cometer errores por meras distracciones. Trato de hallar puntos ciegos, soldados más débiles, pero es inútil. Parte del problema es mi cansancio, que ha empezado por dejarme lapsos narcolépsicos. Tunov ha logrado encontrarme antes que Amikov en cada ocasión, pero es evidente que las cosas se están saliendo de mi control.

23 de Abril

Hoy me han llevado a una sala de interrogatorio. Desconocía incluso que la planta poseía una, pero no me extraña en realidad. Aquel hombre no era el de recursos humanos, posiblemente pertenecía a la KGB. Lo que más me intriga en realidad, es si habré sido el único al que interrogaron o si se trataba de un proceso de rutina. No debería quedarme para averiguarlo.

 
 24 de Abril

Estamos recibiendo una especie de capacitación para el experimento del día 26, lo cual ha venido a destruir más mis oportunidades, pues estamos en unas salas especiales, lejos del área de trabajo. Intenté escabullirme aludiendo ir al baño, pero los rusos no son tan tontos. Al final me he quedado dormido durante la clase, y desperté al poco tiempo dando un grito, dejando perplejo a todos alrededor. Esto de no hacerse notar se está volviendo cada vez más difícil. Llevo la semana embriagándome. Al principio, se trataba únicamente de la botella de champagne que compré para celebrar lo que fue un fracaso, pero se le han sumado dos botellas de whiskey y tres de vodka. El vodka ruso es rudo, pero en mi estado se disuelve como agua en mi boca. Mañana debo de intentarlo

25 de Abril

He vuelto a mis instalaciones usuales. En dos días será la inspección y en uno el experimento, el terror de mi sueño, la mayor de mis tinieblas.  No hay marcha atrás. Esta vez, desprecié el traje protector anti-radiación, y conseguí una imitación bastante fiable de traje militar. Aproveché los cambios de turno, pues nunca es el  mismo personal y una cara diferente pasaría desapercibida. A expensas de acortar mi vida (pero no más de lo que lo haría en cualquier otra circunstancia), me escabullí en aquel cuarto aislado sin levantar sospecha alguna. Justo estaba empezando a tomar las barras para colocarlas en el maletín cuando una alarma sonó. En mis impulsos aun latentes de supervivencia, la decisión que tomé fue la de dejar mi carga y encontrar una salida alterna. Encontré una ventilación apenas suficientemente grande y me introduje en ella. Poco después comprendí que no se trataba más que de un simulacro de rutina. Podría decir lo difícil que fue esperar un momento para salir de ahí, o todas las maldiciones que cruzaron por mi cabeza ante ese crudo azar del destino, pero apenas y soy consciente de lo que escribo. Es mejor no desgastarme en absurdos. 

Un rayo de luz entre el desastre surge en mi cabeza a punto de desmoronar: mañana en el experimento, la cantidad de guardia será mínima, a fin de mantener  el mayor control posible de las variables para llevarlo a cabo . Por si fuera poco, dicho ejercicio requiere el puntual compromiso laboral de cada uno, por lo que toda tarea de supervisación se enfocará de lleno al mismo. Ahí esta mi última oportunidad: La mejor de las situaciones en las peores circunstancias. Esta vez no hay tiempo para dormir, todo debe salir perfecto.

26 de Abril 

La tarea del turno nocturno era tan simple que estaba seguro que no necesitarían mi apoyo en lo absoluto. Digo, hablábamos de supervisar los niveles de calor remanente, estar creando informes continuos de los efectos secundarios del experimento. Sería tan fácil como el primer plan. No, incluso aun más sencillo. Esta vez, ya no había cabida para visiones, si mi vida había de acabar el día de hoy no me quedaba más remedio que intentar oponerme al destino. Mi alma exhalaba confianza y seguridad, como la que suelo tener con los trabajos sencillos, que en este momento parecían sucesos de una vida anterior a esta. Entré a la planta y todo se desplomó.

Al parecer, habían ocurrido circunstancias completamente inconvenientes en las que el experimento se había tenido que retrasar hasta el turno nocturno, en lugar del diurno anteriormente establecido. A pesar de la falta de capacitación de nuestro turno, la prueba se haría sin mayor inconveniente. ¡Malditos soviéticos y sus intentos por ser los mejores! ¡¿Es qué les importa tan poco su gente?! es lo que hubiera pensado de haber sabido que pensar en ese momento. Ciertamente, el sueño causaba estragos tremendos para mis adentros, y durante la breve explicación de lo que debíamos hacer, mis ojos no lograban enfocar aquella imagen frente a mí, así como la voz explicando las tareas necesarias para alcanzar el éxito sonaba como la voz de los adultos en Peanuts. Una hora pasó como un pestañeo y me llevan casi por la fuerza a la sala del reactor. Por fin es que logré abrir los ojos para encontrarme frente a mí un armatoste de circuitos, tubos y medidores que tomaban el papel del corazón de la central. De repente, una gran tensión se apoderó de mi cuerpo, no sabía donde estaba, no sabía que hacía ahí en lugar de en camino a mi indispensable obra.  La respiración se me empezó a alterar cuando un hombre desde una posición más alta y detrás de un cristal grueso pero nítido empezaba a darme ordenes de remover unas barras, de las cuales no tenía la menor idea. Y eso pudo haber desembocado en un ataque cardíaco de no ser por una mano que tocó mi hombro.

-Calma amigo, mira que habla de esas barras... -me decía Tunov, mientras señalaba unas bases circulares con largos tubos incrustados.

La calma volvió a mi cuerpo mientras murmuraba un "gracias" con gran alivio. La voz volvió a hablarme señalando que removiera esporádicamente una barra hasta el momento que me pidieran detenerme. Saqué una y después de cinco minutos otra, pero el automático de mi cabeza se detuvo un momento. Suficiente para recordar mi misión y la necesidad de salir de ese lugar lo más pronto posible. Noté entonces que el hombre que me supervisaba desde lo alto ya no estaba, así que busqué con cierta desesperación la salida de ese infierno gris. Justo encontraba la puerta y me dignaba a salir cuando alguien me tomó de la manga. En aquel punto no había tiempo para cuestionamientos, a lo cual solo volteé y solté un puñetazo en el plexo de mi obstáculo. Aquel obstáculo era Tunov, el cual cayó inconsciente al suelo. Una vez que vi a mi alrededor, noté que no había nadie más en ese lugar, solo el zumbido ensordecedor de maquinas, un hombre tirado en el suelo y otro que en su desesperación empezó a remover cuantas barras fuera posible para no quedar mal con un trabajo que nunca le importó. Quizás fue empatía con Tunov, la más cruel de todas.

Recuerdo escabullirme entre los pasillos sin un rumbo fijo. Me ocultaba de cada sombra que se me cruzaba, algunos hombres fue necesario noquearlos y después dejados en algun lugar lejos de la vista de los demás. Por fin, encontré la bodega de plutonio al alcance de mis manos y repetí aquel proceso de guardado y transporte como si se tratase de mi primer intento. El único camino claro para mí en ese momento era el de la salida. Mi mente estaba en un éxtasis tal, que tardé un tiempo en notar las alarmas de emergencia, los gritos, la desesperación, todo dejado tras mi espalda mientras robaba un auto del estacionamiento, conectaba los cables para el encendido y huía del lugar. Se oyeron fuertes ruidos y luego se produjo una explosión, pero ese no era más mi problema, mirando de frente un letrero de la carretera: "Esta saliendo de Prípiat".

Realmente había escapado de mis pesadillas, había resultado victorioso contra el destino, podía vivir para contarlo. Muy bello para ser cierto.

27 de Marzo.

Llegué en auto hasta Kiev. El sueño había sido reemplazado con la dicha y el estrés con un aire frío pero sin contaminación. El aeropuerto estaba cerrado. La gente corría sin rumbo aparente por ahí y las carreteras empezaban a amotinarse. Afortunadamente logré salir de ahí antes de estancarme. No sabía que pasaba, no me interesaba. Ahí comencé un largo viaje en carretera de varios días, pero no me incomodaba, lo peor ya había pasado.

30 de Marzo

Alcancé finalmente el escondite de la organización. Bajé los maletines del auto y sentía como si pesasen aun más que aquella vez. Lo más rápido que pude, me dirigí hacia el lugar de Lupin, recibiéndome con una cara asustada, una expresión que jamás había pensado verle. Coloqué los maletines frente suyo, pero el apenas los volteaba de reojo. Su mirada estaba fija en mí.

-¿Que le ha pasado Lewis?...

-Nada en especial, me siento mejor que en cualquier día de este mes.

Le murmuró algo a uno de sus guardaespaldas, el cual se dirigió a un cuarto detrás y volvió con un espejo de cuerpo completo, el cual colocó frente mío.

Al principio no comprendí.

Apareció una figura demacrada y pálida. En ella se podían notar unas venas demasiado resaltadas en la frente, así como también en el cuello, mientras que los labios eran resecos, casi sin aspecto de vida. Sin embargo, los ojos me resultaban familiares, detrás de esas ojeras que llegaban hasta el final de la nariz, o lo que quedaba de ella.

¿Era acaso un espejo extraño que convertía a los hombres en monstruosidades?

No.

Era yo.

El impacto fue tal que me arrojé al suelo y empecé a vomitar... pero no era más que una sangre negra lo que salía de mí.

-Así que lo de las noticias era cierto... -Decía Lupin mientras se arrodillaba y me miraba con asco y pena. -Gracias por el trabajo sir Lewis, por favor tome su parte y no se preocupe por volver. Disfrute lo que queda de su vida. Uno de mis hombres lo llevará a su casa.

Estaba atónito con sus palabras, con la imagen del espejo, con todo. Conseguí un periódico de hace unos días de las manos de mi chofer y apenas capacitado para leer estas palabras resaltaban para mí: La mayor catástrofe nuclear de la historia. Así también resaltaron un par de nombres: Leo Tunov, Alex Amikov. Una lista de obituarios de los hombres que habían sido reconocidos como decesos casi instantáneos.

Ahora, estoy en un cuarto de hospital, recibiendo innumerables tratamientos para alargar estos últimos alientos que me quedan.

"Creo que el yeti me ha encontrado a mí".

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Clínica de Grangettes

Paciente 125846: Lewis Valdemar

Edad: Cerca de 35 años

Lugar de Nacimiento: Desconocido

Domicilio: Desconocido

Familia dependiente: Nula

Antecedentes clínicos: Desconocido

Cuadro clínico: El paciente presenta un caso severo de anemia, así como desnutrición aguda e indicios de trastornos del sueño. Los estudios han determinado leucemia con un avance acelerado.

Consideraciones: El paciente alega querer recuperar su nariz.  Así también hace mención de historias fantásticas sobre actos de pillaje y viajes a lugares recónditos del mundo. Padece de problemas de comunicación y balbucea entre sus delirios. Actualmente, un psiquiatra realiza visita dos veces por semana.