miércoles, 16 de marzo de 2016

Ensayo 14

6 de Marzo

Carlos llegó a casa. Abatido es poco que decir para su expresión y en sus ojos sobresale la más terrible confusión de la justicia, al no concebir el perdón para su progenitor. Mi mayor temor es que esa confusión torne hacia el rencor, el rencor en odio, y el odio en desprecio, no solo contra su padre, sino la vida en general, la cual le apesta desde hace un tiempo. Mientras tanto, el hombre sigue en coma, a la espera de decidir entra la muerte y la maldición que ha traído a su vida.

10 de Marzo

Mi hermano vendrá en un par de semanas a visitarme y su presencia no podría agradarme más. Espero tener solamente suficientes energías para hacer todo lo que le he prometido, y conservar el buen ánimo de principio a fin. Lamentablemente, no soporto la compañía continua pues termina por hastiar mi actitud. Una razón más por la cual ninguna de mis relaciones ha funcionado, pero los lazos de sangre son inquebrantables... ¿No?

12 de Marzo

Apenas un momento libre me bastó para desmayarme entre las sabanas y dejar que el reloj avanzase negligente sobre la luz de mi ventana. Me levanté con ánimos de experimentar un poco en la cocina y para mi sorpresa Carlos llegó al poco rato junto con Miriana. Se ha cortado el cabello, y si bien sus rizos me fascinaban, este nuevo 'look' resalta esa sonrisa suya, siempre tan inocente. Platicamos un corto lapso sobre los típicos absurdos que no tienen principio ni fin, y entre sinrazones, se recostó entre mi abdomen y mi entrepierna, trayendo consigo un nerviosismo que sacudía mis músculos y mis pensamientos, haciendo predominar mi ley sobre él mismo. "No pienses en ello". Su visita fue abrumadora y fugaz.

15 de Marzo

Los días cada vez son mas cortos en casa y largos en frente del escritorio con cadenas invisibles. Estas bellas cadenas que atentan con darme una comodidad duradera son ahora mi mejor refugio para escribir. Y sin embargo, es solo un instante de privacidad el que se preserva entre las líneas, y todo lo demás son miradas discriminatorias de la ferviente inspiración. La ciudad esta hundida en el smog y el calor es apenas soportable, mientras que desde la oficina, uno solo escucha el ir y venir de autos, camiones y motos sobre el periférico de la ciudad.

16 de Marzo

Llegar a casa y encontrarse con sonrisas cálidas es de sos pequeños placeres que hacen un día verdaderamente bueno. Miriana y Alfredo se encontraban justo a puntos de salir a una de las plazas cercanas. Estando ahí, era inevitable acompañarlos, a pesar de que ya se me hacía tarde para la universidad. Entre pasos torpes, discusiones sin sentido ni gota de ira y bromas improvisadas, fue que se desenvolvió mi ser. Titubeé para irme de ese lugar tan cómodo, pero Regina apareció justo en frente rumbo a la universidad y me fue imposible no acompañarla. Apenas me despedí y subimos al camión mas cercano.

Hacía ya casi dos meses que no tenía la oportunidad de conversar con ella. Efectivamente, varias veces la encontraba en la universidad y aunque los saludos cordiales no faltaban, lejos de poder entablar una conversación, me sentía satisfecho de hacerme notar entre sus conocidos. Sin embargo, la plática de hoy no estaba impregnada en belleza como la vez anterior, sino de remordimiento, reproches infantiles que me incomodaron hasta la espina, y que en lugar de enamorar, provocaban solo un solemne sentimiento de amistad. Probablemente ella también lo haya sentido o quizás estaba demasiado inmersa en sus achaques que apenas y notaba a un escucha y no a un consejero. Hace un par de meses, sin embargo, esta conversación hubiera sido un precioso regalo de los cielos, que asomase un absurdo milagro para mis adentros, y por ende, no puedo despreciarla ni mucho menos, pues un obsequio fuera de tiempo sigue siendo especial.

Algo ha cambiado en mí, que de enamorarme del mundo, ahora vivo a la espera de un ideal posiblemente inexistente pero por lo mismo maravilloso.

18 de Marzo

Mi hermano ha arribado a mi nuevo hogar. Un tanto desordenado, un tanto pequeño, un tanto desagradable deben ser los pensamientos que cruzan por su mente, pero los guarda para sus adentros, tratando de mostrarse cómodo a pesar. Aunque Carlos no se encuentra en casa y por ende, hay una cama libre, mi hermano decide colocar el catre viejo en mi cuarto, quizás buscando pasar el mayor tiempo posible conmigo. Nuestra relación siempre ha sido muy unida. No buena, no tranquila, sólo unida. Al fin de cuentas, mi padre nunca estaba en casa y me tocaba a mí enseñarle de la vida, a como comportarse, a relajarse... aun si mis métodos han estado lejos de ser agradables, pienso que ha crecido para ser una gran persona, incluso más que yo. Ojalá que su visita no fuese tan efímera, que las risas y la comida de la calle no se acabase, que los momentos para estar tirados junto al televisor perdurasen lo suficiente para no aburrirse de cada programa. Un fin de semana no me parece suficiente, ni siquiera un instante.

domingo, 13 de marzo de 2016

Ernest Valdemar.


Si alguien está leyendo esto, probablemente mis teorías eran correctas y he sido castigado apropiadamente por el pecado del conocimiento adquisitivo. Probablemente, fuerzas más allá de las que consideré algún día conocer han empezado a mover mis hilos, así que lo único que puedo hacer es abandonar mi obra a la espera de unos ojos comprensivos y temerarios para compartir mi aportación con el mundo ignorante.

Mi nombre es Ernest Valdemar y he muerto a manos de mis propios ideales. Aquellos que han soñado alguna vez con los secretos del mundo, solo pueden llegar a imaginar el pináculo de mis investigaciones, o probablemente hayan tenido un destino similar al mío. Quizás soy muy positivo al esperar que alguna de estas bitácoras sobreviva a todos estos demonios manipuladores y calculadores, pero si algo ha caracterizado al hombre por encima de las demás especies conocidas es la fe en la incertidumbre.

Desde joven, me vi impregnado por la curiosidad virtuosa, la búsqueda de conocimiento, la experimentación y el gusto por conocer la realidad en la metafísica. Mis peculiares gustos me llevaron a graduarme en filosofía y estudiar diversas ramas de las ciencias como antropología, física cuántica, derecho, psicología y el caso particular de lenguas muertas. En este último no escatimaba en tiempo y prioridad para comprender manuscritos antiguos encontrados alrededor del mundo. Muchas veces, pasaba días sin dormir ni comer tan solo en estos procedimientos exhaustivos, pero con el tiempo mi habilidad mejoró gradualmente hasta el punto en que en un par de horas llegaba a traducir pergaminos completos. Lejos de ser el mejor del ámbito, me consideraba lo suficientemente bueno para mi propósito de descubrimiento. De este modo, logré dejar una pequeña huella en el mundo, descubriendo procedimientos químicos de los egipcios para fragancias y bálsamos, rituales de divinidades en México y libros enigmáticos sobre oscuras versiones bíblicas en Gaza. En estos últimos sin embargo, logré notar un dato peculiar proveniente de un pequeño libro en un cajón secreto:

בנו של היוצר מגיע מכאן

"El hijo del creador yace aquí". A simple vista, uno pensaría que al estar tan cerca de Jerusalén resultaba un mensaje por demás común, pero lo que realmente desconcertaba era la existencia de un dibujo por debajo de esta leyenda. Cabe destacar que este dibujo lo encontré por mera coincidencia pues no es visible al simple observador. El mal hábito de fumar mientras trabajo casi me lleva a estropear una obra emblemática de la historia, pues de una ceniza abrasada que se escapó de mis dedos, el fuego se decantó sobre el libro milenario y atentó con destruir sus secretos, mas en su lugar, se reveló una figura piramidal, con trece niveles y en el tope del escalafón un ojo que escudriñaba mi alma. El ojo ardía y así los míos también, consternados al instante por semejante revelación del destino.

Después de haber asegurado la integridad del libro con un par de golpes con mi abrigo y percatarme que las hojas eran de un material extrañamente resistente al fuego, corrí hacia mis documentos de investigaciones pasadas y topé con lo que buscaba. La pirámide negra de la Maná, 1983, el mismo ojo brillando y penetrando mis pensamientos, el mismo mensaje pero esta vez del pre-sánscrito. Sin embargo, aun existía la diferencia crucial de la constelación de Orión tallada en la piedra. Nuevamente volví hacia el libro y analicé cuidadosamente la misma hoja, pero la pirámide se había disipado. Comprendí que la única opción era volver a quemar el documento, así que repetí el procedimiento sirviéndome del cigarrillo para calmar mis ansias. Reapareció la pirámide, pero ningún rastro o indicio de una constelación. Por obra de genialidad o mera estupidez, llegué a la conclusión de que si la constelación se encontraba en la base de la pirámide, quizás me enfrentaba a la misma situación. Quemé cuidadosamente el borde del libro, pero esta vez el resultado demostró que no todas las hojas tenían esa misma resistencia al fuego, llevándome a estropear muchas y a realizar maniobras desesperadas por no destruir la obra. Sin embargo, recién apagado, pude notar un grupo de puntos brillantes como pequeños soles: Orión.

Salté emocionado, como si mi vida acabase de encontrar un nuevo rumbo y propósito. Recordaba en ese momento las palabras de mi padre "Trabajar con libros hará que tu vida se te escape de las manos". Bien se trataba de un campesino sin motivaciones, de una manera retorcida había tenido razón. Bien había resuelto una duda, y me enfrentaba ya a un millar de nuevas incógnitas.

¿Hablaban del mismo creador?

¿Existía alguna conexión entre ambas civilizaciones?

¿Era la misma época o acaso es un creador aun más ancestral?

¿Había descubierto algo que no debía?...

¿Porqué nadie había intentado quemar algún manuscrito antiguo?

Esa última era fácil de contestar, pero las dudas no me dejaban conservar la calma. Siendo el cigarrillo poco efectivo, saqué la pipa y entre el opio y mis incógnitas, me vi envuelto en un viaje lleno de promesas y aparentes iluminaciones. Me retiré a casa en lo que pareciese el camino más largo a la nada.

La noche se volvió mañana,  y al volver a mi oficina a indagar sobre lo que significaba mi más reciente hallazgo, me topé con cenizas. Alguien había incendiado mis preciados documentos históricos por la noche, como si hubiese topado con lo prohibido. A expensas de las precauciones de los bomberos, entré por la fuerza para hacer un recuento de daños por mi cuenta, y en el lugar donde antes había un escritorio quedaba solamente un libro casi intacto y resistente al fuego. Lo tomé y corrí hasta donde sentí nadie pudo haberme seguido. Como si fuera propio español, leí hoja por hoja  furtivamente buscando memorizar cada detalle de las apenas legibles páginas del manuscrito, en caso de que alguien atentara con lo que sería desde ahora mi destino. A simple vista, parecía otro de tantos libros bíblicos mencionando la muerte del hijo de un Dios, y su volver a la vida, el detalle era que en lugar de los comunes tres días para volver a la vida, se traducía más bien como "tres túmulos para la vida", lo cual me hizo pensar en los pobres diablos que tradujeron tan importantes libros de una manera tan caótica. Ese detalle que bien podía ser un simple error de tinta, me mantuvo vigilante de todas las posibles explicaciones a este fragmento. Si bien la pirámide negra no contenía más detalles que contribuyeran a mis investigaciones y teorías de conspiración, corría un rumor de que la gran familia Rithscold, una de pocas dueñas del mundo, tenía en su posesión otra pieza del mismo carácter arcano, pero el simple hecho de pensar en la complejidad para comprobar dicha suposición me erizaba la piel, así que preferí trabajar con lo que tenía disponible.

Me dirigí a la biblioteca con una gabardina que escondiese lo más posible mi rostro, unos lentes de sol y un sombrero que convenientemente hacía juego con la gabardina, a expensas de ser tachado de raro o sospechoso. Aquellos libros que en algún punto creí obsoletos, eran ahora la forma más práctica de asentar mis ideas. Desde la Biblia, pasando por la historia de Roma y del judaísmo, del antiguo al nuevo testamento, el génesis, el Apocalipsis, ¡NADA! Y de repente en éxodo ¡UNA REVELACIÓN! Moisés, el libertador hebreo, antiguo príncipe de Egipto,... Egipto, la ciudad de las ostentosas tumbas, las tres grandes pirámides, los túmulos supuestamente profanados eran ahora mi deseo más ferviente.

Ignorando avisar a cualquier familiar, amigo o colaborador, hice una maleta ligera y me dirigí al aeropuerto buscando la ruta más rápida para llegar a El Cairo, encontrando otra señal de que el destino jugaba para que yo ganase; en esta ocasión, era que mi transborde iba a ser en Londres, hogar de una de las ramas de la familia Rithschold, que si bien se habían esparcido alrededor de todo Europa, el Barón Daniel Victhan Rithscold vivía en esta área. La importancia de este caballero por encima de los demás individuos de la familia, era su reconocido gusto por la ciencia y los objetos estrafalarios que iba desde autos de gran lujo hasta pinturas y libros del más singular índole. Si el rumor era cierto, era probable que estuviese bajo su directa posesión.

Trataba de conservar la calma entre mi nerviosismo y mis ansias, mi sonrisa era mas una mueca retorcida y titubeante que inspiraba temor en lugar de seguridad. Incluso le he dejado un trauma a un infante en el área de comida. Esta vez la gabardina excedía lo inapropiado, así que la guardé en la maleta y en su lugar me enfundé en una chamarra de cuero café, la cual no puede faltar en el vestuario de cualquier aventurero en búsqueda de secretos prohibidos. Al llegar al área de revisión, empecé a vivir una pesadilla. Un oficial me tomó el brazo diciendo "tenemos que revisar su equipaje". Tragué saliva, y después de un instante mudo murmuré un "si.. adelante". En ese momento agradecí haber guardado el libro conmigo en la... ¡GABARDINA! ¡MIL DEMONIOS INGENUOS! ¿QUE HE HECHO? Empezaron a esculcar entre la ropa interior, los pantalones, las camisas y al llegar a la gabardina... ¡DIOS ME AYUDE! ¡HAN HALLADO LA GASOLINA DE MI ENCENDEDOR! Me la han decomisado junto a un corta uñas, y me han dejado seguir. Entre tanta tensión el vuelo me pareció eterno; mientras vigilaba que nadie se acercase a mí o mi maleta, las doce horas parecieron días.

Aterricé en la penumbra de la noche londinense. Siempre cuenta con una hermosa y melancólica neblina, que presentí compaginaría tan bien con mi gabardina. Era justo y necesario, sus múltiples bolsillos me salvaron el pellejo y aun llevaba el libro en alguno. Al sacarla y colocármela, instintivamente busqué el libro, y sintiendo su borde rozando mis dedos, una seguridad me rodeó y una sonrisa se asomó sobre mi rostro de apariencia enferma y de desvelo. Entre la niebla busqué la carretera y las luces de la ciudad apenas visibles a la distancia. Logré tomar un taxi y pregunté si conocía el hogar del Barón Daniel. "Por supuesto ¿qué londinense no?" No había tiempo que perder, mi vuelo al Cairo salía mañana por la tarde.

Apenas llegado el amanecer, llegué a la mansión de Lord Rithscold, una morada comparable en tamaño y grandeza con una maravilla moderna; con un jardín que se expandía lo suficiente como para tener que usar auto para llegar a la puerta y un terreno neto de aproximadamente cien hectáreas, el lugar dejó una impresión de inferioridad en mi persona. El portón de cinco metros lucía descuidado, víctima de los años y las lluvias continuas de Londres, y por un momento, me dio la impresión de que encontraría una casa vacía o endemoniada. Al tocar el timbre, el portón soltó un rechinido estremecedor que me hizo precipitarme hacia el suelo y casi ser atropellado por una camión que iba pasando. El portón se había abierto por el simple efecto del aire o quizás de algún mecanismo incompresible a mis ojos. Entré aceptando la invitación y recorrí las hectáreas de jardines sin podar desde hacía meses. Después de casi una hora de recorrido, llegué a la entrada principal, una puerta increíblemente grande para interiores (mas no para un hogar tan colosal), de roble blanco. Toqué un par de veces esperando respuesta. Pasaron diez minutos de espera, hasta que un viejo hombre con traje de servidumbre abrió y dijo sin interrupción "Lord Rithscold no desea visitas" y volvió a cerrar. Intenté volver a tocar, pero no hubo respuesta.

Decidido a entrar, decidí recurrir al allanamiento, buscando una ventana o puerta abierta. Topé con un ventanal que daba a una cocina vacía y gris, el aire dentro era denso y húmedo, las paredes mohosas y la alacena casi vacía con las puertas abiertas descuidadamente; recordando que no había tomado nada desde el aeropuerto y que recién había cometido un crimen, me dirigí hacia el refrigerador en busca de agua, pero en su lugar, topé un aroma inmundo que, de tener algo en el estómago, me habría despojado de lo mismo. Lo cerré casi de inmediato y me dirigí al pasillo. Ahí me encontré rodeado de puertas blancas aparentemente idénticas, excepto por las distintas marcas de los hongos consumiendo la madera. Supuse que mi anfitrión estaría en el segundo piso, así que me atreví a revisar habitación por habitación, hallando recamaras grises, salas de juego abandonadas, un cuarto para mascotas que posiblemente murieron hace mucho, una biblioteca comparable con la del Congreso, y una oficina que contrastaba con todas las demás habitaciones, pues se encontraba limpia, como si hubiese sido usada recientemente. Supuse que ahí podía encontrar lo que había venido a buscar, empecé a inspeccionar cajones, revisar documentos antiguos, "La reforma Perestroika", "Informe del PCUS", "KGB", "Nazis en América", nada que me acercase a lo que quería saber. Volteé la oficina de pies a cabeza, hasta que de repente, de un librero cayó un tomo, un vademécum sobre misticismos y leyendas, una recopilación hecha por el mismo sir Daniel que iba desde criptozoología, casos de mutación en Chernobyl, hasta enigmas bíblicos como la Resurrección y el Diluvio.

Entre gran interés y escepticismo,  hojeé el libro y sus contenidos, hasta que di con el ojo penetrante sobre el pináculo, sometiéndome con su mirada fija y haciendo sucumbir a mis plegarias de cotidianidad y quietud. Se trataba sólo de una fotografía, una puerta más grande que la de mi anfitrión, una pirámide al tope, tomando los patrones previos a las anteriores incluyendo así el ojo en la cima que mira fijamente hacia el pensamiento más profundo del observador. Se podía apreciar que el camarógrafo retrataba a través de una grieta en una cámara oculta de algún lugar antiguo. Al pie de la foto "Cámara Subterránea de la Gran Pirámide", mi próximo destino. Pasando la página, pude ver otras ilustraciones que hacían referencia al ojo, masonería, illuminatis, gente que desconocía el significado de los grandes secretos que portaban por bandera, víctimas de su sumisión a un poder mayor y posiblemente también, los que atentasen contra mi persona y mis propósitos. La lectura se tornó tan interesante que terminó por hacerse de noche.

Pretendí llevar mi hallazgo al viaje en una de las bolsas de la gabardina, pero en un descuido el libro resbaló y generó tremendo estruendo, considerando que había un silencio absoluto en toda la casa. La acústica del lugar solo empeoró las cosas, creando un eco retumbante por los altos techos y paredes de los cuales se levantaba. Escuché a alguien bajando las escaleras, y me escondí detrás de las cortinas de la oficina, dejando el libro a su suerte sobre la alfombra. Mi respiración era agitada, como si hubiese hecho una sesión de ejercicio intensivo, y solo rogaba calmarme lo suficiente como para no ser notado. El hombre casi de inmediato se dirigió a la oficina, como si supiese de donde había provenido el ruido. Sus pasos lentos tensaban aun mas mis nervios, y mi cara se llenó rápidamente de un sudor gélido. El hombre que entró por la puerta no era nadie más que sir Daniel, apoyado de un bastón por demás lujoso, cubierto por una bata de dormir y con unas pantuflas, dejando atrás todo el glamour que las riquezas pudieron entregarle. O el criado se encontraba dormido o prefería tratar estos asuntos él mismo en persona. Volteó a ver el libro en el suelo.

-Se que estás ahí. O sabes muy bien lo que buscas o solo eres un ladrón por demás aficionado.

Sin embargo, me negaba a ser descubierto a estas alturas. Así que calmé mi respiración hasta el punto que el silencio fuese imperturbable.

-Por Dios, ¡Se te ven los pies!¡Sal de ahí maldito git!

En total vergüenza, me mostré frente al Barón.

-Me es grato verlo sir Daniel, me encantaría entrar en formalidades, pero me temo que mi tiempo aquí se termina, por ende he de rechazar todo oferta de té y me retiraré en este m...

-Cierra el pico sabandija, te has metido en cosas que están más allá de tu alcance. No se quien te envió, pero me temo que no recibirá respuesta. -Desenfundó su bastón y dejó visible un florete que apuntó casi de inmediato a mi persona.

-Oh, tranquilo sir. No me ha enviado a nadie, estoy solo en esta epopeya pero esperaba su apoyo para desentrañar los secretos d... ¡Diablos! -Esta vez fui interrumpido por el florete que apenas esquivé y  terminó por romper un florero sobre el escritorio.

Los ataques continuaron y así también las interrupciones y los objetos rotos,  hasta que en un descuido del barón, logré colocarme frente a él y obligarlo a soltar el florete, lo cual fue por demás sencillo, no opuso resistencia... le acababa de dar un paro cardíaco. Su cuerpo cayó como peso muerto en la alfombra, su cara palideció casi al instante y sus ojos perdieron rastro del iris. Por un momento que me pareció horas, miré fijamente a sir Daniel retorciéndose, hasta que entre los movimientos bruscos cayó el libro del bolsillo de su bata. En ese instante, mi misión volvió a ser prioridad, tomé el libro y hui fuera de la casa, paré el primer taxi que pasó y disimulando todo lo sucedido me dirigí al aeropuerto, siempre vigilante.

Mi corazón estuvo agitado todo el vuelo. Era la primera vez que hacía uso de una bolsa para los mareos; para mi fortuna, mi fila estaba vacía y nadie tuvo que ver tan grotesca escena de hiperventilación y vómitos pausados. La aeromoza preguntó algo, no recuerdo que, pero estoy casi seguro de haber respondido una insolencia, pues un policía en el mismo vuelo estuvo a punto de lincharme.  De no haber estado aquel, mi plan hubiera funcionado y así hubiera intervenido el espía que me seguía el rastro continuamente. Quizás era el policía, a estas alturas no podía confiar en nadie. Nuevamente, el sueño fue imposible concebir y con ello se cumplían 50 horas de insomnio, las cuales contaba continuamente mirando mi reloj, tratando de mantener mi mente lo más coherente posible.

Era medio día en El Cairo cuando llegué y el calor del desierto se apoderaba de mi anémico ser. Aun así, había una ligera ventisca que hacía la arena como látigos a las partes expuestas de los cuerpos, lo cual en lugar de aliviar mi piel del clima seco, la sacudía y la hería. Conseguí un atuendo local, un guía y un camello y me dirigí hacia las pirámides. El guía era muy amable, al parecer le había agradado por el simple hecho de poder hablar su idioma; aprovechando esa situación, le comenté que era un estudioso de lo antiguo y pregunté si podíamos entrar a las pirámides, a lo cual, después de pensarlo un poco, respondió positivamente con la condición de no llevarme nada de ahí. Al llegar, me fue imposible no perder la mirada durante un par de segundos contemplando su gran tamaño y perfección, sus ángulos casi perfectos, los bloques casi inamovibles apilados con tanto esfuerzo o quizás es...

-Es obra de un Dios.

Nos dirigimos directamente a la Gran Pirámide, teniendo en cuenta que fue la primera en construirse y que de las tres es la más imponente. Aunque la entrada original se encontraba obstruida, ya hacía un tiempo que Al-Mamun había encontrado su propio camino a través de ellas; a expensas de perder algún indicio en la entrada original, desistí de echarle un vistazo, argumentándome que si había algo debía ser en el centro. Visitamos la gran galería, la cámara de la reina y al llegar a la cámara del rey llegué al final del camino. Esto no podía ser todo el camino. Me tiré al suelo, empecé a buscar botones secretos, inscripciones, cualquier indicio de aquel pasadizo que figuraba en la foto de sir Daniel, pero sin hallar respuesta. De la ira que me impregnaba, empecé a golpear el suelo cual simio que se rinde del camino de la evolución. De repente y por la espalda, el guía intentó ahorcarme, apretando mi cuello con el brazo y levantándome por la fuerza aplicada. Traté de resistirme, pero fue inútil  con el cansancio que se había apoderado de mí. Mi vista se empezó a tornar nublosa, mientras pensaba en lo descuidado que había sido en confiar en alguien.

Desperté. Era de noche y la temperatura había descendido increíbles treinta grados. Mi cuerpo helaba en el rincón de una estructura extraña, tirado cual saco de papas y con las manos esposadas por detrás. Con mucho esfuerzo, logré detectar tres personas a la distancia, de las cuales una parecía ser el guía y los otros dos asemejaban estar encapuchados de negro o azul; en ese momento, fue que decidí voltear a ver a mis alrededores: me encontraba en una especie de cueva subterránea, pequeñas y abundantes goteras impregnaban el aire de un aroma a humedad y barro, varias antorchas enfiladas y empotradas a cierta distancia una de otra sobre las paredes daban la apariencia de pasadizos antiguos, hombres en jaulas con cara de desahucio, algunos otros gritando, todos con una ropa blanca que indicaba a mi parecer un cierto tipo de pureza o un tipo de ritual forzado. Había un símbolo en las paredes, el cual no lograba distinguir, mas al empuñar los ojos y después de un rato, di por fin con un ojo que me miraba desde ya hacía mucho tiempo, adosado siempre sobre esos escalones que terminan por dar la pauta de infinidad y divinidad. El destino me había traído aquí y no estaba dispuesto a defraudarlo.

Casi de inmediato, tracé un plan sin escrúpulos. Pasé un tiempo fingiendo estar inconsciente hasta que no hubiese más que uno de los hombres encapuchados. Durante ese tiempo y con mucho dolor, logré dislocar mi brazo izquierdo, a fin de pasarlo por debajo de mis pies y colocarlos al frente, rasgo que pasó desapercibido en todo momento. Después, aprovechando el bullicio de los prisioneros, me escabullí poco a poco a las espaldas del hombre, y con las mismas cadenas que antes me retenían, ponía fin a la vida del desgraciado ser, forcejeó un rato pero en ningún momento le permití liberarse o siquiera tomar su arma, la cual resbaló de sus manos dando por concluida la batalla. Tomé sus llaves y su arma y logré liberarme de las esposas. Así también y como distracción, accedí a liberar a los prisioneros y permitirles buscar su camino a la salida, que con suerte encontrarían y dejarían despejado para mí al tiempo de salir. Por mi parte, recorrí los pasillos interminables y laberintosos y las escaleras empinadas como si se tratase de la palma de mi mamo, aludiendo a una especie de fuerza misteriosa obrando sobre mí. El camino resultó muy solitario y los guardias eran fácil de evadir pues la sublevación que se formaba en otro lugar los tenía bastante ocupados. Al fin llegué al fondo del pasillo y topé con una pared deteriorada, apenas sostenida, llena de jeroglíficos apenas legibles entre grietas y borrones, y una expresión por demás conocida para mí: "El hijo del creador yace aquí".

Esto era, este era mi destino.

Disparando como un simio a la pared, logré crear una apertura en la esquina inferior, suficientemente grande para escabullirme. Ahí dentro no existe el suelo, no hay luz, solo viento. 


Incendio en la calle Geroum
Diario de Nueva York, 18 de Marzo

El negocio del #105 de la calle Geroum se abrasó alrededor de las cinco de la mañana. Bomberos acudieron a la zona antes de que el fuego se esparciese por el vecindario. Según indagaciones, el fuego fue iniciado por una pipa dejada sobre una pila de documentos y los daños ascienden a pérdida total. Todavía se desconoce el causante, así como si existe algún reclamo por parte del propietario del lugar.

Gran pérdida para el mundo Financiero: Muere Sir Daniel Rithscold
Diario El Telégrafo Diario, 21 de Marzo

El día de ayer por la noche, fue encontrado el cuerpo del Barón Daniel Victhan Rithscold, uno de los representantes más importantes de la poderosa familia Rithscold, en la oficina de su mansión. Junto a él se encontraron jarrones rotos, y objetos en pleno caos, haciendo alusión a un posible ataque o robo. 

En su declaración, el mayordomo afirma que un hombre fue a visitar al Barón, pero se le fue prohibida la entrada, así también, menciona que estaba laborando en el área de lavandería mientras los sucesos acontecían, por lo que en ningún momento fue consciente de la situación. 

Los detectives han encontrado indicios de que hubo un intruso en la casa, y que efectivamente estuvo en el área de oficina. Sin embargo, según el médico de la autopsia, afirma que la causa de muerte fue un paro cardíaco y que no existen indicios de heridas, mas que un par de marcas en las muñecas de dedos. Lo más probable es que el agresor no haya sido completamente responsable de la muerte, y que solo haya querido abrirse paso entre el anciano y su bastón.

Las investigaciones continuarán.
Un sólo hombre crea motín en prisión de Giza.
Diario Al-Wafd, 23 de Marzo de 1990

Entre la media noche y tres de la mañana de hoy, se vivieron momentos de terror y angustia para los guardias del "Habas Fireawn", cuando treinta y dos de sus prisioneros escaparon de sus celdas y crearon un motín que dio como resultado veinticuatro heridos y seis muertos, de los cuales cuatro eran policías. Según declaraciones de los reos, afirman que fueron liberados por un hombre caucásico, probablemente extranjero, que había sido llevado a prisión inconsciente y que por negligencia, había permanecido esposado e inconsciente a un costado de las celdas. Al caer la noche, el individuo se levantó y asesinó al guardia en un momento de descuido y ofreció liberar a todos los que quisieran ser libres.

Abasi Acha, el jefe de policía de la prisión, declara que aquel hombre había sido acusado de intentar dañar patrimonio egipcio, adentrándose a la pirámide de Keops, y golpeando a puño limpio la tumba del rey. Al intentar ser detenido por un guía en los alrededores, el hombre cayó inconsciente. Afirma que por lo acontecido, probablemente sufría de algún delirio por el calor, y puesto a que no recobraba el conocimiento, fue llevado a la estación de policías a fin de que recibiera apoyo a su recuperación.

El extranjero, identificado como Ernest Valdemar por un diario que llevaba consigo, fue encontrado a un costado de la prisión muerto, aparentemente un suicidio causado por saltar desde una de las torres de vigilancia. Se encontraron también marcas de disparos y una grieta generada un piso antes del punto de observación. La policía hará las investigaciones correspondientes sobre los motivos que pudo haber tenido para realizar tales actos.

jueves, 10 de marzo de 2016

Anfiteatros y vampiros.

Me he adentrado al coliseo,
desarmado hasta del mismo frío;
hoy no temeré a los elementos
hoy me impelo hacia el destino.

Aun no sé como mi paseo
ha acabado en la arista del camino;
me pregunto si así también Teseo
tembló tras entrar al laberinto.

Mis piernas son de fuego,
mis manos de un hielo maldito,
aunque en mi cabeza solo hay viento,
de piedra se volvieron mis intestinos.

Oh! deambulante del coliseo
a ti es quien más envidio;
del mundo no entiendes sus secretos,
pero bien que te ha flechado cupido.

Aun así, empiezo mi descenso
al revuelo de bestias-bizantinos,
y de poder saldré por tu cuello,
lleno de mordidas y caprichos.

Ora todo lo que sepas
porque yo no salga de aquí vivo,
estoy dispuesto a rebajarte
a lo más exánime del raciocinio.

Oh! dulce dama de las bestias,
solo a ti me postro vencido,
si en la cordura no puedo tenerte
permite asole mis sentidos.

Vil ironía bella amada,
es lo que no acepto en mi destino;
yo un héroe combatiendo
y tu besando al gris mendigo.

Mi piel se curte con la arena,
mientras a él le calientas con tu abrigo,
y tu sudor se impregna de sus vicios,
y su dicha se burla de los míos.

Te he adorado vampiresa,
más de lo que cala el talle herido;
deja a ese cateto adicto
o juzgame de hereje al crucifijo.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Soñar.

Lo que daría por soñar esta noche. Sacrificar un poco más de actividad neuronal tan solo por imaginar destinos diferentes, recordar personas que han pasado en el camino y no se han quedado, o simplemente gozar de una paz tan falsa como encantadora. Entrar al mundo de los sueños es aventurado, no solo por las pesadillas recurrentes de sucesos que nos aterraron (o podrían hacerlo), sino por la poca fidelidad de las situaciones que propone. Sin embargo, es un peligro inevitable. Somos víctimas de este acechador nocturno que encuentra siempre puertas abiertas, pues aun no comprendemos suficiente la mente como para poner cerrojo alguno. 

Y aun si así fuera, ¿quién querría hacerlo?

 No conozco ni espero conocer a nadie que no anhele más que el suelo que está pisando. Es inhumano. Somos seres ambiciosos por naturaleza. Siempre buscamos la forma de superar cierto estándar individual, a fin de darle un toque ameno y de distracción a la vida. Este pecado tan efímero conlleva a muchas de las acciones más perversas que se han llevado a la práctica, pero también a increíbles historias de grandes hombres que alcanzaron sus sueños y forjaron sus caminos en contra de los elementos. Y si de soñar hablamos, podría decirse que pecamos de sopor.

Bien Hipnos sería exiliado del Olimpo si algún mortal pudiera rebelarse a su mandato nocturno, y así los hombres pasarían ocho horas en pleno sentimiento estático y fugaz, aborreciendo aun más esa realidad que les inunda con su destino imposible y sus ideas concretas y absolutas. Desde esta perspectiva, es gracias al sueño que muchas grandes ideas nacieron y como resultado ha dado lugar a la evolución diligente del humano, razón por la cual Morfeo fue castigado hace ya un tiempo.

Así entre sueños se escribieron grandes historias, se fundamentaron visiones que se forjarían verdaderas, crecimos para convertirnos en simios mimados por los sueños de otros que cobraron forma material y le llamaron avance. Y así, entre sueños, se crearon grandes traumas, se declararon guerras, se cayó en la perversión absoluta y se acabaron millones de vidas.

¿Puedes imaginar, que en este mar infinito de posibilidades sólo quiera soñar contigo?

martes, 8 de marzo de 2016

Vacío.

Déjenme seguir viendo hacia el vacío, ahí donde los hogares se apilan en cerros sacando a relucir la sobre población de gente que no tendrá donde caer después, donde las antenas sobresalen mas que los árboles, despidiendo luces rojas y blancas que parpadean en un ritmo tedioso pero hipnotizante, y sin embargo no son mas que un complemento del gran vacío que hoy admiro. También ahí hay nubes de smog combatiendo a las cargadas de agua, y entre bombardeos de lluvia ácida se despiden sus restos en las delicadas pieles de homínidos, los cuales terminan por huir a los techos mas cercanos, condenados por el demonio que ellos cultivaron en el olvido. 

Déjame mirar a eso que llamo vacío, mientras que la puerta entreabierta por el viento congela mis manos, molesta mi garganta seca y me genera un dolor de entumecimiento por cada letra que escribo, mientras yo ignoro mis deberes, mis deseos, mis penas, tan solo por mirar a la nada que asemeja tanto mi interior. Eso a lo que llamo vacío esta colmado de vidas sin sentido, sin dirección de movimiento ni motivación de cambio, de seres que se acostumbran a los días nublados, al frío que abruma los huesos, a una altura suficiente para no tocar el cielo, pero si lo suficiente para dejar de sentirse vivo. Y sin embargo, por las noches, los cerros se cubren de luces blancas y amarillas, y por un instante, genera la impresión de paz, de armonía, de Diciembre, de preciosos instantes en cada una de esas casas tristes, que encuentran calor en los cuerpos tibios.

Déjenme seguir viendo ese pequeño nicho de la gran ciudad, aquellos arrabales verdes y cafés, y blancos cuando la luz toca algún techo, los árboles revolviendo la bella fotografía con su ir y venir, a las nubes con sus batallas eternas y tan lentas que se vuelven imprevistas a la ventana que empieza a empañarse por el frío del exterior. Déjenme seguir viendo tan perfecta imitación de mi vacío.

sábado, 5 de marzo de 2016

Imposiciones.

Recientemente, me ha dado la voluntad de ahogarme un poco cada día, de crear afanes que se derrumben con la noche y con el tedio, que es más propio del día por su pragmatismo poco elocuente y en exceso secuencial. Me ha dado también por deambular entre las multitudes en busca de un sujeto de estudio, de análisis superficiales y de belleza situacional, aun sin encontrar nada sobresaliente, lo cual me mantiene distraído, pues de hallar algo, dichas practicas tan encantadoras para mi persona empezarían por tornarse fuera de un orden absoluto y negativo, dándolas finalmente por abandonadas y olvidadas. Hoy sin embargo, alguien ha atentado con descomponer este orden con su simple presencia. 
Un alma destacable, una llama que se incendia, unas manos frías que rozan las mías cordialmente, unos ojos difíciles de leer y un rostro serio, que de haberme mostrado una sonrisa ¡oh, miserable de mí! pues en ese instante habría apostado que el caos volvería a reinar campante en los lares de mi soledad y mis sentidos estarían nuevamente en busca de ese fracaso inevitable al cual se dirigen todos los humanos que puedo decir han vivido de verdad. 
Un zumbido se apoderó instantáneamente de mis oídos, impidiéndome oír su nombre o el tono de su voz, quizás como un deseo inconsciente de protegerme ante tan dulce néctar prohibido que me desterraría de mi tierra prometida. Así mi nariz dejó de sentir aromas, mis manos perdieron sensación y por ese preciso momento, me encontré mirando hacia el vacío, esperando descender en un golpe abrupto que acabase rápido con los deseos latentes de la incertidumbre. Sin embargo, eso no pasó. Y volteé a su rostro sin saber que observaba en realidad, traté de hablarle sin poder mover ningún musculo facial, y aun en el momento de partir, me encontré a las puertas del vacío en frente, sin posibilidad de tornar para un último adiós. Lo único que he logrado ante tales imposiciones, es dejar la puerta abierta, esperando poder fugarme en algún momento hacia mi perdición y rogando porque nadie la encuentre antes que yo.

viernes, 4 de marzo de 2016

Ensayo 13

29 de Febrero

Miriana llega a casa en el momento justo de mi tiempo libre ¿porqué hay tanto silencio en la casa? Oh, es cierto, anoche el padre de Carlos ha caído en coma. No es que me haga falta empatía ni que sea un demonio desalmado, pero como mecanismo de defensa, no puedo tomar con seriedad las situaciones más tristes o problemáticas. Es de los tantos comportamientos bizarros que me ha dejado mi señor padre y lejos de odiar dicha situación, me reconforta tener la capacidad de sacar sonrisas donde solo hay desesperación. Hemos juntado un poco de dinero para que Carlos pueda visitar a su padre a su actual estancia, creo que eso pueda limpiar un poco mi amarga conciencia. El camino al deber se ha visto repleto de pensamientos acerca de mi padre, pero nunca con la motivación de saber de él pronto; supongo que es otro de los hermosos rasgos que me heredó.

1 de Marzo

Poco hemos sabido de Carlos, pero al parecer la otra mujer de su padre está ahí, con su hija ilegítima. En su camino se esta forjando una absurda telenovela que amenaza con desintegrar la confianza de los involucrados gradualmente, teniendo como mejor escenario una reconciliación mas tardía que oportuna. La casa se siente silenciosa, vacía, prueba de que incluso la persona menos notoria en un cuadro cumple un papel fundamental para mantenerlo vivo. Los artistas lo entienden perfectamente, está en los relieves, en los ángulos, en las progresiones, en los silencios, pero no necesariamente comprenden que está en la vida misma.

5 de Marzo

Me he escapado de la cotidianidad como hacía mucho no lo hacía. Me refiero al encanto de la música en vivo, las multitudes reunidas por un motivo limpio de aspectos políticos o prejuicios de otro índole, buscando acercarse a esas figuras creadoras de música, de arte, de inverosímiles recuerdos, de rostros sin gracia pero de sonidos memorables. Los músicos alemanes resultaron ser agradables y de una técnica impecable, pero la falta de armonía en sus instrumentos me ha dejado incompleto. Quizás lo pueda tomar de excusa para fugarme nuevamente a ese dominio del oído y refutar sus argumentos.

Mientras tanto, en mi cabeza ronda una musa de cabello de serpiente y ojos malditos, la cual atenta con destrozar lo que queda de mi ilusión, volverme piedra, dejarme sin aliento y dejarme como estatua en un corredor de museo en quiebra. Espero con ansias su presencia en el destino.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Sueños singulares.

De vez en cuando los sueños son fanáticos de las falsas esperanzas, y como todo entusiasta absurdo, les encanta compartir esto con sus allegados más próximos. Es una lastima en esos ratos entrar al mundo de los sueños. A veces se manifiestan como hermosas fantasías que podemos identificar inmediatamente como irreales, y en estos casos nos avocamos a disfrutar de este éxtasis esporádico y efímero, pero en otras ocasiones se trata de destinos aparentemente posibles, que de haber estado en las situaciones apropiadas, pudimos haber alcanzado. Viajes, trabajos, victorias, personas, ese tipo de  cosas banales de la vida cotidiana que pudieron haber desembocado en un efecto mariposa y que nos llevarían a hermosos paradigmas. Es entonces cuando lamentamos ser apegados al sueño y levantamos con el ánimo de un músico frustrado, de un oficinista, el ánimo de cuatro paredes blancas y un techo sollozante, de una relación en punto de quiebre, de un perdedor en curva.

¿Y cuál es la necesidad de hablar de lo absoluto? 

Esta tarde me he encontrado con mi propio sueño fanático. Un clima frío helaba mis manos desde el primer instante, aun cuando el auto iba completamente sellado; al voltear por la ventana, se lograban distinguir algunos pinos cerca de la carretera y una niebla digna de una película de terror que atentaba con retrasar nuestra llegada, pero en cierto modo, me era obvio que estábamos cerca. El auto paró casi de inmediato y al bajar, un escalofrío se apoderó de mí al grado que instintivamente me hizo volver por los guantes. Al salir nuevamente, fui consciente de los edificios del centro de investigación apenas visibles por la niebla, y de la hierba que llegaba a la altura de mis rodillas. Algo curioso era la escasez de insectos en un área tan verde, pero supuse eventualmente que algún químico podía haber para este fenómeno. Quizás era ese tipo de investigación, no recuerdo haber ahondado en el ámbito de mis alrededores.

Escuché una voz a la lejanía saludándome y al girar, pude verla perfectamente. Después de tantos años, el tiempo no hacía mas que embellecerla, su tez pálida, su cabello negro como la penumbra de un bosque, los ojos tan vivos que calentaban mi alma, la sonrisa que me alegraba tanto en compañía de los labios que me tensaban y me hacían titubear. Su cuerpo que rayaba entre lo delgado y la perfección, y sin embargo cada deficiencia, cada lunar, no hacían mas que resaltar la magnificente obra de su físico. Corrió y se abalanzó sobre mí y como si fuese completamente natural, la estreché entre mis brazos y dimos un par de vueltas sobre mi eje. 

Me invitó rápidamente a entrar a su cabaña, a un costado del centro de investigación. Al entrar, el calor de la chimenea me acogió gentilmente y pude quitarme la bufanda y los guantes sin desvarío. Tomamos un poco de café de la región y platicamos sobre lo que había pasado recientemente en nuestra vida diaria, sintiendo una confidencia única y ecuánime. El café se terminó casi instantáneamente y me ofreció tomar una ducha para dar una vuelta por los alrededores mas tarde. Al principio, me encontraba indispuesto debido al frío del exterior y rechacé su propuesta constantemente, hasta que por fin me hizo una oferta que no pude rehusar. Mientras que en mi terquedad cerraba los ojos y disentía con la cabeza, ella se desprendía de su camisa de cuadros, luego su blusa y luego... con todo el nerviosismo que no había sentido desde joven, entramos a la ducha. Aun cuando intentaba no caer en la tentación de observar cada curva de su cuerpo, de reojo pude ver una areola rosada y en punta, así como una piel imberbe y perceptiblemente suave a la vista. Evidentemente, por más que pudiese controlar mis acciones, mis deseos más naturales se desbocaron, pero parecía no importarle, y seguía mostrando una sonrisa de simpatía. Nos enjuagamos el cabello y el cuerpo. En un momento de espalda a ella, aprovechó mi descuido para aferrarseme. Desconcertado, el jabón resbaló de mis manos y al intentar recogerlo, ella me tomó del brazo con sus delicadas manos. Empezó a frotar su cuerpo contra el mío. Lentamente. Podía sentir sus pechos en mi espalda media, entre mis romboides y mis dorsales, brindándome un masaje digno de cualquier héroe, pero por supuesto que yo no soy ninguno. Volteé en un momento y justo cuando pensaba en pedirle que no me diera un trato tan especial, sus labios, aun con ese labial oscuro, se empinaban en un acto de fe hacia los míos. Un parpadeo me bastó para utilizar la boca en otro propósito. Uno más puro y agradable.

Y es ahí cuando despierto solo en una noche lluviosa. No hay chimenea, ni neblina. No hay pinos ni café de la región, y por supuesto, no está ella. Sólo el sonido de los autos pasando en la autopista, y una cama cómoda pero vacía. Yo estoy en esta ciudad donde todos van de prisa y nadie tiene tiempo de soñar, mientras que ella está en algún bosque misterioso, sonriéndole a un pobre diablo que no soy yo.