martes, 25 de noviembre de 2014

Canta noche.

Escucha el canto de la noche, el silencio del que aprovechan los grillos y murciélagos, la ceguera que padecen los ojos pequeños y los adormitados, y que en su consuelo se hacen de sombras y pisadas. Pobre de aquel que no acostumbre sus oídos a la noche, pues es mas cruel que la vista perdida en la oscuridad; la noche es una balada que consume los oídos, que se apropia del momento de claridad, de los pensamientos mas ligeros, y en cualquier momento, será capaz de saciar el deseo de locura que procuramos guardar dentro. 

En su cantar salvaje, presagia tormentas y martirios, toca el viento con rudeza entre las casas y arboledas, cual si fuera percusión todo el planeta, y del estrépito arroja las hojas y basuras que suelta en un desvelo. Entre los rincones se vicia y genera suspiros de fantasmas, y estos a su vez, toman forma en los hogares, enfriando los cuerpos residentes, las paredes, los espejos, los cajones medio abiertos, los corazones medio cerrados. Su cantar es tan apasionado, que las nubes le lloran de momentos, mas sus gotas se las lleva el mismo viento de la melodía, y se inclinan sobre las calles, alentando un poco su caída y llegando lejos de los techos; esto no es ninguna coincidencia, pues la noche busca compartir la humedad con los que se ocultan, y con los que se ocupan bajo las copas de los árboles, con las madrigueras que albergan los roedores, los patios techados y a los gatos debajo de los autos

.

Si en algún momento, logras escuchar la noche, cierra puertas y ventanas, y utiliza tu almohada cual tapones, pues su canto solo es bueno para sequías y para perdidos del insomnio y del mañana.

Regreso.

Busca la sinergia,
cordura y frenesí,
el anhelo de la cruz,
cuando aun siendo feliz,
lo dejarías por la luz
y la luz por la tristeza.

Toma la sanidad,
el brillo del Abril;
cuando en aquel alud,
soltaste su martír,
desgastando su voz
sus ojos y cabeza.

Ahora es cuando sentís
el escarnio y quietud,
cuando la pálida huye
del compromiso en queda;
no hay ninguna cuenta
que saldar en el edén.
Te fallé con violencia.

Fue mas fácil estar solo.

Mira como perdí
patrañería sin ti,
los tonos del azul,
ovejas del redil;
me auto infligí el dolor,
por recobrar mis proezas.

Recordé el vivir,
me acorde de ti;
cuando de aquel salud
gozaba mi viril,
y entra tanto calor,
el frío ahora me cela.

Quiero mostrarte el gris,
mi silencio y quietud,
el sabor que sucumbe
entre estrés y merma;
no hay ninguna cuenta
que saldar en el edén.
Te fallé con violencia.