martes, 17 de julio de 2012

El monstruo incomprendido.

¿Que ha sido de mi, que al primer acierto que da la vida yo le rechazo con sublime desprecio?
¿Es acaso solo un digno reflejo de por vida contra el calor del verano y el frió del invierno?
Quizás es sola la prueba que necesitaba, para demostrar que el monstruo sin alma que vive dentro de mi, de verdad existe.


En muerte paseo buscando algún rayo de vida, con la fina idea de saber el significado de esa luz, que al final quizás me cansara y terminare alejando de los gruesos mantos de oscuridad que llevo conmigo, para cubrir todo ese caos errante, que me he dignado a nombrar mi vida. Tan solo en lapsos es que me hundo entre tantas penas que es que llego a buscar alguna clase de relación digna de llamarse humana. Pero es tratar de engañar mi propia naturaleza.

Soy un ser despreciable, los vasos vacíos de aquellos dichos que tratan de hacer un mundo hecho a medida, en el que muchos caen, pero nadie respeta. El error en la geografía de los sentimientos encontrados, la x que marca un mapa en un plano cartográfico. Tan frívolo y sin sentido mas que ser un punto de referencia. Y es que el odio no tiene porque existir, pero sin el, el amor, es solo un momento en la vida de cualquier persona. 

No conozco a nadie capaz de demostrarme que el odio es parte digna de este mundo, y que sería extrañado de no estar aquí. Soy el odio. Encarnado en cada herida de la carne y del alma, la gente inteligentemente prefiere olvidar. Porque el odio es un problema. Es el caos en los corazones que nos alejan cada vez mas de la verdad, cegándonos con ira y  decepciones. Respeto el porque quieren olvidarlo...

Pero el odio también es un incomprendido, que por estar solo rodeado de la vida, es que se siente impotente, solitario, cada sentimiento es un sentir. Es un martir diferente que carga con su digna cruz. Todos la cargan acompañados de un fino lazo y un perdón que borre la penas negras con azul. Pero el odio siempre ira sólo.


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