miércoles, 24 de abril de 2024

El origen.

Al paso de cinco millones de años desde el nacimiento de la raza humana, el voyager 5, salía por fin del espacio interestelar para posicionarse en lo que sería la frontera universal, la cual se había calculado en la Ley de la Expansión Universal hacía más de tres millones de años. Desde entonces, tan solo un Sistema de Inteligencia Artificial conocida como Red Fox, seguía monitoreando el viaje tempestuoso de la sonda hasta el abismo mismo. Red Fox, o Foxy como se le había puesto por el equipo de investigación, se había mantenido activa durante los últimos ochenta mil años, operando de manera autónoma y mandando reportes mensuales sobre el status del Voyager 5, a veces redireccionando el curso del satélite o realizando cálculos para escapar del campo de gravedad de diversas estrellas. Eran sistemas gemelos, sincronizados con un solo propósito, aunque dicho propósito fuera irrelevante a estas alturas. Los tiempos del hombre habían cambiado tan drásticamente, que difícilmente podían seguir llamándose de la misma forma. 

La humanidad aprendió a hallar respuesta a todas las cosas, desde sus orígenes hasta la forma de alcanzar la tan aclamada inmortalidad que buscaron por generaciones. Conectaron sus cuerpos a máquinas, donde sus mentes eran absorbidas en simulaciones, y podían alcanzar sus sueños y deseos más absurdos sin causar dolor alguno a otros, una vida plena que duraba tanto como eones o hasta que el deseo de morir finalmente llegase.

 Eventualmente, el pensamiento de omnipotencia y omnisciencia dio por descartada la existencia de un Dios, pues todas sus leyes fueron comprobadas, sabiéndose también superiores entre las entidades del universo. Fue también esa sensación de autorrealización humana y el desprendimiento de la espiritualidad, lo que hizo que poco a poco se fueran apagando las consciencias almacenadas en simulaciones y los hombres hallasen escape en la muerte autoinducida. De aquella gloriosa humanidad, quedaban apenas un centenar vagando entre los servidores de su utopía. La ultima vez que alguien había revisado los informes de Foxy, hacía cien años, pero eso era irrelevante para su vital tarea, que era guiar a su hermano hasta el final del universo. El Voyager V funcionaba con un pequeño colisionador de partículas que bien podía generarle energía por millones de años, pero si los cálculos eran correctos, al final del universo las partículas se detendrían y entraría en energía de emergencia, consistiendo en un conducto de decenas de kilómetros de largo que se desplegase por las fronteras alargando los últimos momentos del satélite y permitiéndole mandar apenas unas cuantas fotos como prueba del cumplimiento de su misión.

Las fotos llegaron apenas unos minutos después de que el Voyager 5 se apagara permanentemente ante la falta de condiciones para su funcionamiento, y Foxy analizó la información, mandando lo que sería su último informe.


15 de Octubre de 542-ASE.

Se confirma la llegada del satélite Voyager al límite calculado del universo, entrando a un área carente de toda partícula o signo de energía aparente, provocando así su rápido deterioro e implosión. Durante este proceso de apenas 223 décimas de segundo, ha podido capturar doce fotografías del universo visto desde fuera. Las fotografías, tomadas a 547 millones de kilómetros del borde universal, muestran lo que parece ser una huella dactilar compuesta por los límites del universo. Se recomienda la anulación de la Ley de Origen Universal vigente, y la corroboración de las teorías teológicas pasadas. 

Archivos no encontrados. 

Favor de ingresar información para continuar análisis.

Tiempo de Batería Estimado de Siete Días.


Atentamente Foxy.


Documento generado automáticamente por sistema Red Fox.





Y así los siete días pasaron, y el universo nació de nuevo.


jueves, 18 de abril de 2024

La calma y la paz.

 Yo que he visto  los árboles tintineando,

y la luz que se filtra bajo el tallo de una ceiba,

soy consciente de lo bello y las trivialidades

que dan sentido a este mundo de sorpresas.


Y pienso cada quien podría verlo

si parara un segundo el pensamiento y el advenimiento errante que nos pierde,

al corazón que viendo riesgos, cree hallar experiencias,

cuando busca tan solo el abrazo gélido y lejano de una amiga ajena.


Hoy que hallo el silencio entre paredes blancas,

puedo saber que la calma y la paz no son siempre amigas,

que la primera ama estar quieta y la segunda repleta

de alegrías grabadas para toda la vida.


Un abrazo, una sonrisa, un momento eterno,

y después, que más da si volvemos a la idiocia de esta vida,

Ser feliz es algo que llega de camino a la cima

mientras la cima es tan solo un momento.




miércoles, 3 de abril de 2024

El tratamiento milagroso.

Apreciable Dr. Auster


Agradezco las comunicaciones que hemos establecido, así como el apoyo que he recibido de su parte desde mis tiempos en la universidad.

Sabrá usted Doctor, que como casi cualquier persona he sufrido el aturdimiento de los sentidos, rememorando aquellos acontecimientos como momentos de terror, un miedo, una advertencia de que aquello que damos por sentado, lo que creímos una vez como realidad, pudiese desmoronarse en un pestañeo. Un instante de ceguera, la parálisis de sueño, el ensordecimiento ante el ruido de turbinas, la pérdida del gusto y el olfato ante la enfermedad, todo eso son apenas pequeñas muestras de la fragilidad de lo que comprendemos como realidad, en comparación con lo que he presenciado, víctima de mi propia incredulidad de creer que acaso cada ser humano fuese capaz de controlar las experiencias ofrecidas por las fuerzas ajenas a su propia razón. Pido al cielo desde entonces ser perdonado por mi estupidez, pues no ha habido en mis intenciones ni ápice de maldad, más allá de la tentación ofrecida por el dinero, que me hace tan pecador como todos los demás. Culpo acaso a mi soberbia, por creerme capaz de hacer algo que nadie había logrado, un imposible fijado, figurándome Hércules con sus pruebas u Odiseo escapando de las garras de Calipso, pero en mí no obró ninguna fuerza divina, o por lo menos ninguna de alma benevolente. Espero me permita construir un poco de mi escenario personal en esta carta, con el único propósito de explicar los motivos e importancia de la misma.

Desde mis años de estudiante, había estado expuesto a los conocimientos prohibidos para los jóvenes. Dada mi personalidad curiosa y deliberante de los parámetros de la moralidad, me vi muchas veces envuelto en situaciones en las que mi sentido común se veía puesto en duda, pero nada más alejado de la realidad, pues bien era continuamente iluminado con los nuevos descubrimientos que concebía en el día a día, volviéndome una pesadilla para los vecinos y una figura iluminaba entre mis compañeros, a quien solía servir como quien consulta una enciclopedia por información. 

Fue en esos años que conocí a mi mejor amigo, Lu Bolin. Se hacía llamar Luke, a fin de evitar errores o burlas por sus orígenes, pero su cara era algo que no podía ocultarse. Aún así, pocos se atrevían a meterse con Luke, dado que se corría el rumor de que su familia tenía conexiones con la mafia china. La verdad era que ni siquiera había una mafia china en la ciudad, y todo era parte de las maquinaciones de Luke para llevar una vida más plena. Ese tipo de acciones era quizás lo que movía nuestra amistad, y nos había hecho sentir interés por el otro rápidamente. 

Luke me abrió el panorama hacia nuevos límites de los sentidos. Su familia cultivaba opio y otras plantas y hongos alucinógenos, a las cuales el había estado habituado a consumir desde joven, siempre en ambientes controlados y dosis medidas a nivel clínico. Por generaciones, habían transmitido el uso de toda clase de sustancias con el propósito de abrir los chis en su familia, lo cual les permitía, en sus propias palabras, tener una comprensión a nivel universal de las cosas, y también mejorar sus capacidades cognitivas. Era difícil refutar esos argumentos, cuando Luke era el mejor de la clase y también tenía una facilidad admirable con distintos deportes, en los cuales la fuerza no era lo primordial, sino los reflejos. 

Habría pasado un mes de que Luke me había hablado de ello, cuando me encontraba en su casa, solicitando a su familia recibir el tratamiento también. Hubo muchos reclamos en chino que ciertamente no alcanzaba a comprender, pero finalmente y quizás ante la presión de ser delatados, accedieron. El lugar era una habitación de colores tenues, donde solo había una cama, sin sábanas ni almohada. En el suelo había incienso quemándose y por una ventana de barrotes, se filtraba el Sol y una leve brisa. Bebí un te, y entonces, me pidieron que me recostase en la cama, mientras que los padres de Luke salieron de la habitación, quedándose únicamente él a mi lado. Sin embargo, no le era permitido hablarme, solo estaba ahí para calmarme, tomaba mi mano ocasionalmente o me acariciaba el pelo o el pecho. Lo que vi aquella vez me resulta innecesario mencionarlo, pues todo quien no haya estado en ese tipo de rituales no sería capaz de concebir aquel panorama y quienes lo han experimentado, no necesitan burdas palabras para ello. Estoy seguro que usted pertenece al segundo grupo Doctor.

Desde entonces, solía realizar aquellos rituales con cierta periodicidad, poco a poco siendo mejor recibido en casa de Luke, al punto en que me fueron compartidos los conocimientos relacionados, como lo eran el cultivo, las condiciones controladas y las medidas tan meticulosas en las porciones, temperatura y recolección apropiada de las hierbas. Aquello había influido tanto en mi vida, que dediqué la misma a estudiar medicina y a la investigación de los efectos psicotrópicos de diversas sustancias en el proceso cognitivo de los humanos. Diez años habían pasado de mi vida en un pestañeo y durante todo ese tiempo, fue que también lo conocí a usted y obtuve las herramientas y acceso a los equipos necesarios para formular mis experimentos. Sin embargo, hubo otra figura, la de Luke, quien estuvo a mi lado compartiendo una meta en común, que era aprovechar aquellos conocimientos para que las personas alcanzasen mejoras cognitiva, generando un nuevo orden sobre lo que consideramos inteligencia promedio. Mientras que me dedicaba a la meticulosa tarea de la experimentación controlada e investigación de efectos secundarios, Luke se enfocó a las condiciones psicológicas con las que debían contar los pacientes para evitar situaciones adversas. Era fácil concebir los padecimientos mentales como factores de riesgo, pero también se detectaron condiciones adversas en pacientes con anemia, hipertensos y con enfermedades crónicas del corazón. Solo entonces, fui consciente de la inmensa suerte que había tenido en no haber sufrido ningún incidente durante todos mis años de pruebas, así como también, en la influencia de la genética y alimentación típica de la cultura china en el éxito de los rituales.

Conseguimos nuestro consultorio recién nos egresamos, un lugar escondido en el barrio chino donde la policía no tenía injerencia. Luke se mostró en contra del consultorio, consciente de la cantidad de variables que aún no habíamos considerado para los tratamientos, así como de la ilegalidad en la que podía verse envuelta toda su familia; sin embargo, las ansias de la ignorancia son voraces, tanto como la ambición creativa. En contra de las advertencias de Luke, los primeros pacientes cumplieron perfectamente el propósito del tratamiento, y pronto se corrió la voz sobre el par de médicos milagrosos capaz de iluminar a los hombres. 

El primer caso no exitoso tuvo lugar dos meses después de la apertura. Se trataba de una joven sin problemas físicos ni mentales vista desde el exterior, sin embargo, la dosis fue demasiado fuerte para su cuerpo, teniendo que recurrir a un proceso de desintoxicación intensivo durante tres días, en los cuales Luke y yo nos turnamos para cuidar a la joven y traerla de vuelta a la realidad. La causa, habríamos de descubrir, no era más que sus hábitos alimenticios. Era vegetariana. 

Nuevamente los roces y las discusiones con Luke entraron en escena, cada vez más acaloradas debido al peligro en que poníamos a su familia. La solución que encontramos de manera inmediata fue atender a los pacientes desde mi casa. Acondicioné una habitación de acuerdo a las especificaciones que se debían de seguir, y continuamos nuestro prolífero negocio.

Dos días antes de aquel fatídico día donde todo cayese en debacle, tuve mi última gran pelea con Luke. La razón fue apenas algo importante a mi parecer, pero así son todos los detonantes de las peleas sin aparente sentido, víctimas del peso de lo que cargaban antes. Habíamos recibido a un paciente y Luke había hecho la guardia, mientras que yo seguía como era habitual, inmerso en mis investigaciones para estabilizar los efectos de las drogas a fin de conseguir mayores niveles de eficiencia y absorción. Desde mi primer inmersión en casa de Luke habíamos logrado avanzar a pasos agigantados. Mientras que antes requería aplicar dosis periódicas cada tres meses, ahora bastaba con una única dosis anual, y aún entonces, los remanentes se mantenían durante un par de años más, pero quizás una sola dosis pudiese bastar algún día, como si se abriese una puerta que nunca más tuviese que cerrarse en la cognición humana. 

Escuché entonces desde el laboratorio un escándalo proveniente de la habitación del paciente, pero sabía que no podía entrar, Luke debía de hacerse cargo por su cuenta y confiaba que así sería. Un par de minutos después, el silencio volvió y no escuché más sino hasta el retiro del paciente. Luke lo llevó hasta con habitual cordialidad, y cuando hubo cerrado la puerta principal, se dirigió hacia mí gritando y tomándome de los hombres con desesperación y violencia. El motivo del comportamiento errante del paciente había sido debido al mal trabajo de insonorización de la habitación de inmersión, reaccionando entonces a la sirena de un camión de bomberos que pasaba sobre la avenida, levantándose de la habitación y empezando a golpearse contra la pared, hasta que Luke consiguió inmovilizarlo mediante puntos de presión. Le aseguré que los accidentes siempre pasaban y que no había razón para causar un alboroto esta vez, pero no hizo más que achacarme los problemas derivados de mi pensamiento ligero sobre los temas humanos. Ciertamente tenía razón, pero en ese momento, me negué a aceptarlo, decidiendo entonces deshacer nuestra sociedad, más no así cesando los servicios, quedándome con el juego de llaves que le había dado meses atrás, y teniendo ahora que cubrir por mi propia cuenta el tratamiento completo, al menos en lo que contrataba a alguien para cubrir el puesto.

El paciente, un tal Howard Smith de 23 años de edad, acudió al nuevo consultorio como cualquier otra cita. Se había recibido anteriormente su expediente médico y no había indicios de ninguna de las complicaciones que otros pacientes habían mostrado con anterioridad. Era lo que llamábamos un individuo idóneo.

Howard llegó a las ocho de la mañana, una hora antes de su cita acordada, lo cual agradecí dado que podría pasar más tiempo con mis experimentos. Si bien, no solía realizar las actividades de vigilancia, sabía de memoria el procedimiento de enfermería y todas las medidas de seguridad que Luke había seguido durante sus actividades, trabajo que consideraba en extremo perezoso. Le di la dosis de siempre al paciente y me quedé a un costado de la habitación, mientras que sus ojos se mantenían cerrados, temblando ante los movimientos oníricos hasta que halló calma al paso de una media hora.

Poco después, un ruido abrupto agitó los cimientos de mi hogar, y los ojos del paciente nuevamente percibieron inquietud. La habitación, como anteriormente había comprobado Luke, no estaba correctamente insonorizada, y la agitación se apropió del paciente, quien se paró de un salto de la cama, como un animal acorralado o que despierta en un lugar desconocido, y yo estaba en la misma jaula que el animal. Empecé a moverme despacio hacia la salida, pues a diferencia de mi ex compañero, yo no contaba con las habilidades referentes a puntos de presión, aunque afuera de la habitación, en el laboratorio, tenía algunos fármacos y anestésicos que podían librarme de tan peligroso escenario. Caminé lentamente hacia la puerta sin ser percibido por Howard, que se mantenía alerta, aún buscando el origen del golpeteo. Sus manos estaban aferradas a la orilla de la cama y sus piernas estaban dobladas, como un depredador a punto de saltar sobre su presa. Llegué a la puerta y giré la perilla lentamente sin ser detectado. Logré salir sin mayor inconveniente, y me dirigí hacia mi laboratorio, donde preparé una dosis de morfina lo suficientemente elevada como para tumbar a un hombre de 200 kilos, medida razonable para el estado de alerta que sufría Howard. Nuevamente, se escuchó el golpeteo de la puerta, y desde fuera, pude al fin escuchar con claridad la voz que le acompañaba y gritaba "¡Eres un maldito Emil! !No puedes patentar mi trabajo a tu maldito nombre!" Fue apenas entonces que noté que no había vuelto a cerrar la puerta donde se encontraba Howard, pero era demasiado tarde. En un lapso menor a un segundo, se escuchó el azote de la puerta contra la pared, y pude ver a Howard Smith corriendo como un desquiciado en frente mío, dirigiéndose directamente hacia la ventana a un costado de la puerta principal, rompiéndola en el impulso y logrando salir entre cortes que recorrían sus brazos y rostro, escurriendo lentamente la sangre fuera de sí. Luke debió estar confundido, incapaz de razonar de porque había un paciente una hora antes del tiempo de atención, como había logrado escapar, o de porque había aparecido una figura tan macabra a través de la ventana. Solo puedo hacer conjeturas al respecto, pues al llegar a la escena, Howard se encontraba encima de Luke, mordiendo su rostro y desfigurándolo, quien era incapaz de defenderse ante el monstruo que habíamos creado en la inconsciencia, en el iluso pensamiento de que estábamos listos para la evolución. Apliqué el tranquilizante, pero Howard siguió en su tarea primigenia, hasta desfallecer encima de Luke unos minutos después, unos minutos tarde. El rostro de Luke había sido completamente desfigurado, habiéndose removido la piel en casi su totalidad, así como ojos y labios. Sin embargo, lo más crudo de aquel escenario, era saber que Luke seguía con vida, consciente todavía de su destino. Formuló una palabra, una petición, y yo obedecí, volviendo poco después con una inyección que haría la tarea.

Evidentemente, el alboroto alertó a los vecinos, y la policía no tardó en llegar a la escena. Desde entonces han pasado tres años, los cuales llevo pudriéndome en prisión, pensando si aquella condena es suficiente para expiar mi egocentrismo y los crímenes derivados de este. A pesar de todo, no puedo sino sentir una pasión tremenda por la investigación y me ha sido posible adquirir revistas e intercambiar cartas con usted, compartiendo información de nuestras investigaciones. Pido entonces y esto solo es en base a conjeturas Dr. Auster, que reconsidere la integración de aquel compuesto   derivado de mi investigación en su próximo proyecto. Soy consciente que es el director a cargo del Programa de Vacunación a Nivel Internacional, y que en su última carta dice haber eliminado el factor de agresividad en un 90%, pero Dios nos libre de ese diez restante, si el caos se apodera de las ciudades, sepa quedo libre de esa responsabilidad.


Emil H.B.

 


 


lunes, 18 de marzo de 2024

Despedida terrenal.

 "...¡Por supuesto! El principio proviene de mí y solo el final he de ver. Yo les he he sacado del barro y también en pocos momentos, observaré como a él regresarán. Sepan que todo lo sé, y siempre lo he sabido, y tan así que este final fue algo tan inevitable como natural. 

¿Y entonces, para qué? pensarán. 

Porque todos estos años, llenos de amores, burlas, tragedias, y absurdos, no son sino el compilado de las obras más bellas que jamás haya visto, y ni en su guion ni ejecución he tenido voz o voto. Solos han llegado hasta donde están, pero solos ya no más. Sean bienvenidos hijos míos."


Mensaje de misericordia reproducido en ojivas nucleares, de acuerdo al artículo 26 de los Acuerdos de Gestiones Bélicas.



martes, 12 de marzo de 2024

El descenso infinito.

 Al principio, me sentía caer. Caía hacia las indomables corrientes de la adultez por el vórtice de aguas color penumbra que amenazaban con destazar mi cuerpo entre lo útil y los desechos, y así, como única solución, hallé tensar todos los músculos de mi cuerpo, con tal de seguir completo y sobrevivir al incordiar de la sociedad que fluía a mis alrededores; cada gota era una vida y de mi frente fluían vidas al no hallar salida por mis ojos. Eventualmente, el cansancio se apoderó de mi sacudido cuerpo, y con sumisa resignación, dejé que la corriente me llevase, cediendo el tensar y la lucha. Pude sentir como mi cuerpo giraba y mi cabeza daba vueltas hacia el mar de individuos, llenándome y vaciándome continuamente con la humedad del torbellino, mientras que mi cuerpo se consumía lentamente en el mar de agua salada, secándome como pescado al sol. 

Como añoraba el Sol que desde hacía años no veía, siempre sobre mi cabeza, siempre rehuyendo del mismo, incapaz de valorar tenerle presente sobre mí, bastándome recibir su reflejo en las noches pues una luz tan radiante era imposible de seguir. Eso era lo que me decía desde el vórtice, sintiendo los achaques que si bien, menos frecuentes que antes, magullaban mi cuerpo ahora débil por el frágil esfuerzo que ponía en mi respirar. Había perdido el día y la noche, y el sueño no era más que una continuación del constante padecimiento de aprisionamiento sin final. A veces abría los ojos y trataba de buscar en el agua algún rayo de luz, pero las aguas eran agitadas y arremetían contra mis ojos, al punto que no quise abrirlos más, entregándome por fin al abrazo arrebatado de la humanidad, y volviéndome lentamente otra gota en el mar de gente vacía, absorbida por la piel de hombres completos, que se evaporan al acercarse al sol, o que viven por siempre en las profundidades del abismo. En ese punto, había culpado a todos por mi abrupto descenso, envidié a los que salían a flote y veían el Sol, pero sabía que el principal antagonista de esta historia, se ocultaba en mi carne, y pronto sería consumido al menos por mi propia indecisión, y es que los valientes buscan como vivir y los cobardes solo se acomodan. 




Pasó entonces que sentí una molestia en los ojos, y quedando apenas entreabiertos, me sentí cegado ante la falta de hábito hacia la luz, pero era imposible que hubiese iluminación cuando hube descendido durante tanto tiempo. Eché un segundo vistazo y me encontré con un destello zigzagueante que surcaba por encima del abismo. Alcanzarlo parecía prácticamente imposible, siendo víctima del golpeteo agobiante de las vidas convencidas de que ese no era el camino. En ese momento, lloré arrepentido de no tener la fuerza para luchar contra la corriente al ver mis músculos atrofiados por el desuso, pero la luz parecía acercarse, apiadándose de mí impotencia, viéndole cada vez más grande pero sin ápice ni asomo de su calidez, mirándole fijamente lleno de dudas hasta que divisé las trémulas fauces de un voraz rapé que no hallase espacio suficiente en sus entrañas para este corazón aún latiendo. Y así sobreviví pero aún yaciendo a la merced del infinito vacío, quedándome un crudo aprendizaje y buscando hacer uso de mis extremidades nuevamente,  abriendo los ojos de vez en vez, buscando si en algún momento volviese a ver la luz, por lo menos en un sueño.

El sueño cobró vida mientras usaba mis dedos para propulsarme hacia arriba entre las corrientes de individuos deshechos y cuyos destinos maldecían, más no llegó en forma de luz, de Sol o espejismo, sino al ver encima mío a alguien aferrándose a la suerte de no caer. Su frente y mejillas se encontraban húmedas y su cabello era largo y pesado por el agua que absorbía, mientras que aquellos individuos en su obstinación por no desaparecer en soledad, buscaban arrastrarle junto con ellos a la profundidad. Entonces vi como sacaba unas tijeras, y cortaba su cabello, cayendo algunas hebras alrededor mío y las vidas de los miserables a la infinidad. Empecé a subir hasta que estuve en su rango de visión, y le ayudé a acomodarse, hasta quedar frente a frente. Por un instante, pareció como si el estruendo del vorágine enmudeciese y las gotas dejasen de tocarnos, y entonces quedamos por primera vez en años, acompañados. Ahora subimos, uno a la espalda del otro, y aunque llevamos años cayendo, podemos sentir algo cálido detrás, algo que nos impulsa al Sol que creímos alguna vez haber soñado.




miércoles, 6 de marzo de 2024

Estaciones.

 En una escuela de alguna comunidad rural, enseñan sobre el cambio de estaciones, y los niños entienden fácilmente, pues así como damos nombre al día y la noche, tan familiares como divisibles, se presentan las temporadas en forma de colores y sensaciones, la primavera con las flores, el verano con su Sol intempestivo, el otoño con el cobrizo de las hojas que caen para así dar entrada al invierno, con sus tonos grises y el viento gélido que saca los edredones del armario y los hacendosos platillos. Uno de esos niños habrá ido de visita a la ciudad, quizás a ver a la familia o por visitar a un amigo, y habrá notado el detalle peculiar, que sin importar la época del año, su cielo es gris y lúgubre, los árboles son escasos y el frío pareciese acumularse en las pilas de hierro que parecen cada vez más grandes; y ante tal vislumbre de contrariedad, habrá pensado lo difícil que lo tienen los niños en las ciudades para aprenderse las estaciones.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Cama compartida.

 Habían pasado cuatro años. Desde hace mucho que los rezos habían terminado, las cajas del descanso eterno habían pasado al dominio de las raíces y la hierba que crecía en las cunas sepulcrales como es propio del mundo que vivimos. La viuda era una mujer de alta gracia y de perfil joven, aún sin llegar a los 60 inviernos, y parecía mantenerse de un ánimo encomiable que hizo parecer la pérdida como una fábula o el término de una tragedia, pudiendo incluso escucharse que su rostro era aún más joven que antes. Todo halago era bien recibido por la viuda, quien se vanagloriaba de ellos como si fuesen parte de la joyería que exhibía constantemente. Justo ahí el otro comentario que no caía en su gracia, era si acaso iba a buscar a algún pretendiente, a lo que alegaba haber vivido el suficiente tiempo presa de los malos tratos de un hombre como para cometer ese error dos veces.

En las mañanas, una muchacha hacía la limpieza y las comidas en su casa, pero en las noches la viuda se mantenía sola, en una habitación con fotografías de su familia y así también, un pequeño retrato con la imagen de su fallecido esposo, a la cual miraba con cierto desprecio y cierta ternura, como miramos aquellas cosas complicadas de la vida. En la foto se podía ver sin su pierna derecha, amputada por una complicación con un episodio diabético, enfermedad que terminó reclamándole completamente en el último momento. Recordaba que antes de la operación, el aroma era espantoso, al punto que le era imposible dormir a su lado, e incluso después de la pérdida del miembro, sentía como si la fetidez no lo hubiese abandonado nunca. Solo después de muerto fue que atribuyó la pestilencia a su propia imaginación, o tal ves al anhelo de su presencia, que aún llena de penurias, rememoraba entre risas y nostalgia, como aquellas palabras que decía en sus últimos años "acá vendré a verte cuando yo me muera, así que no compres una cama más pequeña" y ella solo se burlaba, como quien le dicen algo que nuca habría de desear. 

Durante mucho tiempo, no dejó a nadie entrar a la habitación más que para el aseo, convencida de que la esencia pútrida de su esposo permanecía impregnada en su habitacion. Eventualmente, la peste desapareció de la recamara y así tambien el sentimiento de luto que le acompañaba, sintiéndose de cierta manera libre y permitiendo nuevamente las visitas esporádicas de su familia.

Una noche, quizás llevada por el resonar de las palabras de quien ya no estaba o sus desordenes de sueño, murmuraba a oídos sordos "nunca supiste cumplir tus promesas", mientras se burlaba nuevamente y se acomodaba en la cama como solía hacer antaño, colocándose sobre su hombro derecho y dando la espalda a la fotografía en el buró. Su sueño era como una travesía a dominios oníricos, donde sus ojos finalmente tendían hacia el delirio, mundo donde el frío podía atravesar sus sabanas, rozando su piel con vetusto sentimiento y causándole el más brusco escalofrío que habría de traerle desde el sueño hasta fuera de su cama en un instante, perturbada por aquella sensación tan familiar que a sus ojos, solo podía prevenir del inframundo. Sin embargo, la idea de lo paranormal provenía más bien desde el olfato, dominado por aquel aroma putrefacto de la pierna necrótica del fallecido. El sudor recorría su frente, mientras miraba hacia todas partes, hacia las fotografías, hallando únicamente la burla de las miradas inanimadas que reían como siempre, pero con un toque de malicia. No pegó el ojo hasta que el sol fue a su encuentro. Convencida de que se trataba tan solo de un mal sueño, se reservó aquel acontecimiento para si, hasta que nuevamente durante la noche, pudo sentir el reclinar del colchón que se percibe cuando alguien se sube, como se acomodaba a su espalda, y aún con los ojos abiertos de par en par, le tomaban del brazo y también de la cintura. Ahí volvía el aroma, encarnado como en aquellos días, como si nunca se hubiera ido de la cama, inundando sus pulmones pero aún siendo incapaz de vomitar ante la presión abismal que era ejercida por la presencia de aquella entidad. Convencida que de voltear, habría de encontrarse con un tabú para los vivos, se levantó del colchón a como le fue posible, y caminó hacia la sala sin mirar atrás. Ahí tomó el teléfono y llamó a sus dos hijos varones argumentando una emergencia.

Casi de inmediato, los dos hombres estaban en la entrada, alarmados por el llamado de su madre, quien aún alterada les explicó los acontecimientos de los cuales había sido víctima en las ultimas noches, cosa que el hijo mayor tomó como un mal chiste y el menor, un poco más consciente de la edad de su madre, le dio por su lado aunque ciertamente incrédulo de sus palabras. Después de calmarle y de quedar resignados a que no habría otra solución sensata para la mujer, se dieron a la tarea de entrar a la habitación, empezando a mover las cosas que estorbasen para sacar el colchón hacia la calle. La mujer mayor, aún temblando mientras bebía un te para los nervios, saltó ante el estrepitoso grito que soltaban al unísono sus dos hijos mayores, levantándose impulsivamente y dirigiéndose hacia la habitación guiada tan solo por el instinto maternal. Ahí estaban ambos, a la entrada de la habitación, pálidos y temblorosos como si la vitalidad hubiese abandonado sus cuerpos. La madre preguntó que era eso que habían visto, pero los balbuceos eran tales que ninguna palabra podía rescatarse de su discurso vacilante. Forzó su acceso a la habitación y volteando la mirada hacia la cama ya desnuda y volteada, no pudo sino llevarse las manos a la boca, horrorizada por el hallazgo de sus hijos. Ahí recargado sobre la pared, a la altura donde se solía recostar aquel hombre, había unas suturas corrientes que sobresalían, cubiertas de una mancha oscura de acaso medio metro de largo, y si bien la mancha era espesa, comprendió de que se trataba desde el primer momento. 

Hubo un momento de silencio,  cuando al haberse calmado los corazones de los presentes como para no salir de su respectivo cuerpo, los dos hombres llevaron entre temblores el colchón hasta la entrada de la casa, donde se lo dieron al camión de la basura a cambio de una propina por su peso. Durante la mañana compraron otro colchón, pero la viuda no volvió a dormir más ahí, optando dormir en la otra habitación de su casa.

Según cuentan las noticias de esos días, un vagabundo que escrutaba en la basura encontró un colchón sospechosamente bueno para hallarse en tal lugar, y al examinarlo, notó una mancha y una sutura algo descocida, que al romperla, halló lo que parecían ser los huesos pertenecientes a la pierna de un ser humano.